El país tiene muchas y muy variadas bellezas naturales que no dan tiempo a visitar en 20 días, que fue los que pasamos en el país albiceleste. Comenzamos nuestra ruta por Buenos Aires, visitando durante los días que estuvimos allí los típicos sitios turísticos (barrio de Palermo, de Boca, …). Una ciudad urbanizada como un tablero de ajedrez donde muchos de sus rincones recuerdan a Madrid como ninguna otra, y que seguramente, por su extensa y variada oferta, sea más una ciudad para vivir un tiempo que para visitar en 3 días.
De Buenos Aires nos plantamos en la estación de autobuses sin un destino claro, y mal recomendados, nos dirigimos al sur a la costera ciudad de Mar del Plata. En los cuatro días en dicho entramado de rascacielos, mi concepción del significado “esto esta petao” ha cambiado radicalmente. Esta ciudad que no es más que una nube de edificios de cemento compartiendo un reducido espacio, casi no deja respirar, y ya no os cuento descansar. Como ejemplo, os cuento que dos veces hicimos el amago de ir a la playa a bañarnos, pero llegábamos tan cansados a la orilla de la playa esquivando sombrillas, niños, abuelas y neveras, que las dos veces volvimos al hostal con las cabeza entre las piernas sin haber completado nuestra misión.
Por tanto, lo antes posible continuamos viaje. Esta vez más informados y mejor recomendados fuimos en agotador viaje en autobús de casi un día (los vuelos o los coges de antemano o son carísimos) a la espectacular región de los lagos, pegada a los andes en la frontera con Chile. En concreto nos hospedamos en San Carlos de Bariloche. Puerta de entrada de la Patagonia, donde es posible contemplar los glaciares entre interminables lagos que más parecen mares. Desde Bariloche recorrimos en bicicleta el camino conocido como el circuito chico de 35 kilómetros, donde lo mejor es la subida al cerro Campanario para contemplar las vistas. También nos alquilamos un coche para recorrer el camino conocido como “de los 7 lagos” hasta el imponente pueblo de San Martín de los Andes. La parte sur de la Patagonia, como la visita el Perito Moreno o Calafate, la dejamos para otra ocasión.
De Bariloche, otro día de autobús hasta la región de Mendoza con el objetivo de conocer las montañas más elevadas de los Andes. Nuestra base fue la localidad de Uspallata, enclavada en un valle entre picos de más de 5 mil metros en la cordillera que en estas latitudes se presenta como un conjunto de escarpados picos que recuerdan a la asiática Himalaya. Como lo más destacado la visita a la base del pico más elevado fuera del Himalaya, el Aconcagua. Donde desde poco más de 2 mil metros es posible contemplar cómo se alza majestuoso hasta los casi 7 mil.
Tras pasar una noche en la agradable y arbolada ciudad de Mendoza, famosa por sus vinos que no dejamos de probar, continuamos camino hasta Córdoba. Conocida por ser la que mejor conserva los edificios coloniales en Argentina, como ciudad poco tiene que ver. Convertida en ciudad estudiantil con más de 100 mil alumnos, sus noches se convierten en una caldera de jóvenes, donde los locales no dan a vasto y las colas se suceden desesperantes por toda la ciudad. Lo que si aprovechamos es para una visita de dos días por la sierra central cordobesa, haciendo noche en la veraniega localidad de Carlos Paz. Una sierra agradable que guarda similitudes con cualquier sierra del centro sur de España, pero que tampoco resulta nada espectacular.
Y vuelta a Buenos Aires, donde tras pasar una agradable cena con unos parientes lejanos de Juan Fran, nos encaminamos hacia tierras Brasileiras.
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