miércoles, 25 de noviembre de 2009

Excesiva Bangkok

Dejamos indonesia con destino Tailandia, siendo la ciudad de Bangkok nuestra primera parada de los casi dos meses que tenemos previstos pasar entre Tailandia, Camboya, Vietnam y Laos.

La ciudad de mayor vida que recuerdo hasta la fecha, donde pasado y futuro conviven en todos los rincones de la ciudad, y en la que el exceso de la ciudad, con sus calles repletas de mercados callejeros, turistas y atascos de tráfico, unas veces agota y otras entusiasma.

La zona donde nos alojamos durante la semana que pasamos en Bangkok, Khao San y Banglamphu, típica zona para mochileros, si bien es posible encontrar alojamiento de calidad a buen precio y servicios abiertos las 24 horas del día, la numerosa presencia de extranjeros que superan en número a los locales, hace que esta zona (y en general un poco toda la ciudad) pierda mucha de su magia, por lo que para posteriores visitas probaremos otros barrios como por ejemplo el animado Chinatown.

De las visitas en la ciudad, destacaría pasar una velada en el Lumphini Boxing (uno de los dos locales de boxeo de la ciudad), viendo combates de Muay Thai, en el que se intercalan luchas de adolescentes con luchas de adultos, que si bien por su altura, uno diría que no crecieron desde la adolescencia. Lo más destacable, más que los propios combates que terminan siendo algo repetitivo (y donde no sabemos porque los jueces casi siempre dan vencedor al del calzón rojo), es el ambiente de las gradas, donde las apuestas y los gritos de las “aficiones” se entremezclan con la música tailandesa de fondo. También merece la pena la visita al mercado callejero del fin de semana conocido como Chatuchak, con sus más de 15 mil puestos con todo tipo de ofertas, desde serpientes vivas hasta cuadros modernistas. Mientras que la visita al centro cultural y arquitectónico de la ciudad, Ko Ratakanosin, lo dejaría para los amantes de los templos, en los que yo sin duda no me incluyo.

Las salidas nocturnas si bien prometenen una ciudad en la que todos los días de la semana hay ambiente en cualquiera de sus famosas calles dedicadas al ocio (destaca la zona repleta de bares conocida como RCA), se ven diezmadas por el cierre de los bares y discotecas entre la 1 y las 2 de la mañana. Imagino que los locales tendrán sus rincones para continuar la fiesta, pero nosotros no conseguimos dar con ellos. Y es que estode salir temprano es algo que los españoles, por mucho que lo intentemos, no nos acostumbramos.

Fuera de la ciudad, el famoso mercado flotante Damnoen Saduak decepciona de que manera, ya que lo que en el pasado fue seguramente un mercado local sobre el agua, se ha convertido en una atracción para turistas, en el que no es posible moverse sin ser asaltado por hordas de vendedores. Y el conocido como Tiger Temple, famoso por criar en sus alrededores a tigres en libertad, sin duda tiene el punto de poder pasear y fotografiarse junto a unos tigres "domesticados".

Con el eco de las ofertas de las tailandesas todavía en la cabeza, “Massaaaaaaage”, que parece perderse en el infinito, abandonamos la ciudad, con cierta sensación de que sus rincones tienen mucho más que ofrecer que lo que nosotros fuimos capaces de vivir.


09. Bangkok. Noviembre 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Isla de Java, tierra de volcanes… y sorpresas

De vuelta a la carretera. Tras nuestro descanso playero, nos dirigimos a visitar uno de los 129 volcanes activos que actualmente existen en las 17.508 islas que componen Indonesia, el volcán de Bromo en la isla de Java.

En nuestro recorrido de más de 14 horas en transporte local por bus, ferry y mini-van entre Depansar y Cemero Lawang, el pueblo base más frecuentado para visitar el volcán, recuerdo especialmente una parada en un pueblo en medio de la nada pasada la media noche, donde en la tenebrosa plaza del pueblo, sin ninguna luz que la iluminara más allá del reflejo de la luna, la gente y los perros deambulaban sin rumbo al son del ruido ensordecedor de las oraciones de los muecines por los altavoces, y una chica local se nos acercaba echando un ojo a nuestras mochilas mientras un viejo nos advertía “Be carefull, you get infected”. El “infierno en la tierra” fue nuestra definición para dicha fotografía.

En dicho trayecto, por el contrario, tuvimos la fortuna de coincidir con Don Hasman, un escritor, fotógrafo e intrépido viajero de 69 años, que recientemente había estado recorriendo el camino de Santiago, y que sería nuestro inesperado guía local para nuestra visita al volcán, derrochando conocimiento y generosidad. De la visita al volcán, destaca la visión del mismo bajo la niebla de las primeras horas del día, y el espectacular y colorido amanecer de la sierra que lo rodea, que hicieron que el madrugón mereciera la pena.

Por recomendación de nuestro guía, nos quedamos un día más en el pueblo para ver una ceremonia hinduista local, donde fuimos los únicos extranjeros presentes, y por tanto, con petición de entrevista incluida por la televisión local para el más guiri y vikingo de los tres.

Visitado el volcán, partimos a la ciudad conocida por ser el centro político y cultural de indonesia, Yogyakarta. Volvimos a ser afortunados al conocer a Agus, un joven de 31 años de Yogyakarta que se dirigía a la ciudad, y que por poco más de 20 euros accedió a llevarnos en su coche. Durante el trayecto, nos hablo de sus tres esposas de 16, 19 y 21, años, y que estaba en busca de la cuarta, el máximo permitido por la actual ley islámica, pese a que el primer sultán de la ciudad de Yogyakarta hace doscientos años ostenta el record con 41 esposas. Es lo que tiene ser musulmán.

Durante las 10 horas que duro el viaje, se percibe la densidad de la isla Java, ya que no es posible distinguir donde acaban y terminan las ciudades y pueblos. Y es que para una isla de 132.000 km2, una cuarta parte de la superficie de España, 129 millones de habitantes son muchos habitantes. Habitantes que en sus desplazamientos, no dejan de sorprenderte: cuatro personas en una moto arrastrando a su vez a una bici, niños sentados en las canastas de las motos, personas agarradas por fuera en las furgonetas, adelantamientos por la izquierda o por la derecha indistintamente donde las carreteras de dos carriles constantemente se convierten en cuatro cuando la circunstancias lo requieren, ...

En Yogyakarta, visita obligada al templo hinduista de Prambanan y al templo budista de Borodudur, de la mano de Agus, nuestro nuevo e improvisado guía local. Y recorrido turístico inesperado por la ciudad mientras buscábamos la única tienda donde de manera ilegal vendían botellas de whisky.

Y para terminar, amigos míos, os contare una historia de las que os gustan, que Don nos relató en Bromo, y que Agus nos confirmó en Yogyakarta, y con la que nos quedamos perplejos.

En la ciudad vecina de Yogyakarta, conocida por el nombre de Solo, según nuestros apreciados guías, cada 35 días se celebra una orgia multitudinaria en las montañas cercanas a la ciudad. Orgias que poco más de treinta años eran frecuentes en muy diversos lugares de la isla, pero que actualmente solo se siguen celebrando en las cercanías de la ciudad de Solo. Orgías a las que acuden solteros y parejas de diversos lugares de la isla de Java, en número que varía entre 10 y 20 mil personas. Según nuestros guías, nadie en la ciudad reconocería dicho evento, ya cada vez está más visto como una vergüenza nacional y se considera unos depravados a los que siguen acudiendo, por lo que no se quiere dar a conocer a los extranjeros, que, en caso de acudir o de intentar hacer alguna foto, es más que posible acabar en el hospital. Es por ello que pese a que coincidía la celebración de una de los comentados eventos durante nuestra estancia en Yogyakarta, no tuvimos el valor de acudir para contemplar semejante ritual y poder dar fe de su veracidad. Ver para creer.


08. Isla de Java, Indonesia. Noviembre 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

Sol y playa en Bali y Lombok

Poco más de diez días hemos pasado en dos de las islas más turísticas de Indonesia, aparcando por unos días las visitas culturales y de naturaleza, por el bien conocido y más agradecido pincho y cerveza al más puro estilo costa del sol, acompañados por nuestro buen amigo estadounidense Cory, con el que coincidimos haciendo el curso de submarinismo, y que desde entonces se ha unido a nuestra causa.

En cuanto a la isla de Bali, la famosa ciudad de Kuta ofrece todo lo que se puede esperar de antemano: un sinfín de callejones con continuo trasiego de turistas (principalmente australianos y nórdicos), puestos de ropa surfera de imitación, comida y bebida barata, alojamiento al alcance de todos los bolsillos, playas para surfistas y fiesta algo decadente (será la edad). Lo más molesto, la ingente cantidad de vendedores ambulantes ofreciéndote toda clase de servicios.


En cuanto a la comida, para que os hagáis una idea, uno de los días que nos dimos un homenaje a comer en el sitio más económico en el que haya estado nunca, llenamos la mesa con una ensalada de tomate, una ensalada de vegetales, una ensalada de aguacate, unos nachos, un plato de gambas, unos calamares fritos, un plato de arroz con huevo (Nasi Goreng), un pescado (red snapper) a la plancha, dos platos de cangrejos, tres zumos de plátano, dos coca colas y una botella de agua grande, y todo ello por el módico precio de 20 euros. Como para quedarse a cenar en casa.

En cuanto a la fiesta, la noche de Hallowen donde nos disfrazamos de romanos ya que era lo único que las sabanas de nuestro hotel nos podía permitir junto a unas coronas de “laurel” del árbol de la puerta de nuestra habitación, fue sin duda una noche para recordar.

Y estando en la meca del surf no podía faltar un intento de deslizarse por las olas más famosas del planeta, que como podéis imaginar, resultó fallido.

Fuera de Kuta, la isla tiene mucho más que ofrecer. Por 2 € y medio al día, nos alquilamos unas motocicletas, con las que recorrimos los alrededores de Kuta, inmersos en la corriente de miles de motos que recorren la isla de punta a punta. En los alrededores de la playa de Ulu Watu, en medio de unos empinados acantilados, en el templo de Pura Luhur Ulu Watu, pudimos contemplar uno de los típicos bailes balineses. Y en nuestro camino a la difícilmente accesible surfista playa de Echo Dream, pudimos ver los interminables arrozales que conforman el paisaje del interior de la isla.

De la isla de Bali, partimos a Lombok, donde a unos pocos cientos de metros del noroeste de la isla, se encuentran las conocidas como Islas Gili. En el trayecto, que hicimos a través de transporte local durante más de diez horas, conocimos a Miguel, un chico de Valladolid que se dedica a viajar por el mundo mientras por las noches juega al poker por internet (ya sabía yo que esto se podía hacer). Como no podía ser de otra forma, en el trayecto en ferry entre Bali y Lombok de seis horas, jugamos un torneo de Poker con apuesta de por medio. Y como sucede en estos caso, no gano ni el jugador profesional, ni los dos jugadores amateur, sino al que le tuvimos que explicar antes de empezar algunas de las normas del juego, durante el cual lo más divertido fue observar los intentos de Miguel por dar algunas clases de poker a nuestro amigo Cory, el que respondía con un ingenioso “It´s my money” mientras miraba para otro lado de la mesa.


De las tres islas Guili, nos alojamos en la Isla de Trawangan, la más “grande” y concurrida de las tres. Sustituimos el bullicio de las calles de Kuta y las motocicletas, por la tranquilidad de las calles no asfaltadas de Guili, los paseos en bici y el buceo en busca de rayas y tiburones. Las salidas nocturnas en Bali por el cine al aire libre, las cenas de pescado fresco a la brasa y unas copas a la orilla del mar en un ambiente más relajado, pese a la actitud más que perseverante de los jóvenes locales por rondar a las extranjeras, también conocidos coloquialmente como los “mosquitos”.

En resumen, los diez días más relajados que hemos pasado como si de unas vacaciones veraniegas al uso se trataran. Habrá que repetirlo.

07. Bali y Lombok. Octubre 2009

domingo, 1 de noviembre de 2009

Sabah, Isla de Borneo. Naturaleza, bajo y sobre el mar

Comenzamos nuestro viaje por Sabah con parada en la ciudad de Kota Kinabalu (400.000 habitantes) , con mucha diferencia las más moderna ciudad de Borneo que hemos visitado sin perder por ello su esencia asiática.

Desde Kota, partimos hacía la base del Monte Kinabalu, dispuestos a escalar durante dos días sus 4.092 metros de altura que la convierten en la cima más alta de la Isla. Habíamos leído durante nuestra estancia allí, que una japonesa de 90 años había sido la persona de mayor edad en realizar la ascensión, lo que nos daba cierta tranquilidad de que muy difícil no podía ser, aunque ya se sabe que de esta gente te puedes esperar cualquier cosa. Por desgracia, durante los dos días que estuvimos en la base de la montaña, la lluvia no dio tregua, por lo que nos quedamos con las ganas de realizar la ascensión, ya que las piedras de granito que cubren su cima hacen desaconsejable su escalada en dichas condiciones.


Por tanto, emprendimos viaje a Sandokan (100 habitantes), ciudad sucia y solitaria donde las haya, puerta de entrada del Parque Nacional de Sepilok, donde los orangutanes más débiles son alimentados hasta su reincorporación en la jungla, pese a los intentos de los macacos de aprovechar cualquier despiste bien de los orangutanes bien de un turista por arrebatar cualquier manjar.

Tras ver a nuestros primos los orangutanes, nos dirigimos a realizar el remonte del río Kinabantangan, donde habíamos leído que era posible divisar la vida animal de la isla de Borneo en estado salvaje. Resulto ser cierto: cocodrilos, macacos, orangutanes, elefantes pigmeos, … todo esto y mucho más tuvimos la suerte de contemplar en nuestros numerosos paseos en barca durante los tres días que permanecimos en la ribera del río . Lo más gracioso, las excursiones por la jungla nocturna, donde un animal conocido mundialmente como “pájaro común” era suficiente para hacer desenvainar las camaras fotográficas de los turistas más ávidos.

Como colofón a nuestra ruta por Sabah, nos decidimos sacar el curso PADI de buceo en aguas abiertas en Mabul, una isla a 30 kilómetros en el suroeste de Sabah donde se puede observar en menos de un kilometro de distancia los contrastes del turismo en asia. En una mitad de la isla (donde nosotros nos alojamos por ser el único lugar donde se pueden encontrar longhouse económicas) vive la población local entre gallinas y suciedad, donde los niños son más numerosos que las palmeras y andan muchos de ellos en peloteja viva al son de “hello” “hello” al paso del extranjero de piel clara. Una de las noches, una tormenta como yo nunca había visto de lluvia, truenos y viento, hizo estremecer las maderas de las casas y mis intestinos, y que el día siguiente amaneciera con cientos de trozos de madera inundando la playa.

La otra mitad de la isla, dedicada al turismo de lujo donde los resort exclusivos de más de 200 € la noche hacen que el contraste con la chavalada sonriente pero en condiciones sanitarias inexistentes sea todavía más evidente.

En cuenta al buceo, una experiencia que repetiremos en muchos de los destinos que vayamos, ya que cada inmersión que realizamos entre barcos hundidos o precipicios de coral, teníamos la suerte de encontrarnos con todo tipo de fauna marina. Para el ojo del submarinista inexperto, como es mi caso, destacaba como no puede ser de otra forma “los bichos más gordos”, y que en esta caso fueron unas tortugas de más de un metro de diámetro de caparazón, y una espectacular morena gigante, de cabeza como dos veces la mía (o media la del Dro), y torso con más de tres metros de largo.


Con cierta tristeza nos fuimos del lugar, ya que no conseguimos bucear en uno de los santurios del buceo, Sipadan, con una pared vertical de coral de más de 600 metros donde merodean numerosos tiburones blancos, pero la necesidad de tener que reservar con antelación dado su número de plazas limitado para el buceo hicieron imposible este objetivo.

En nuestra vuelta desde Borneo a Singapur, paso por las ciudades de Semporna y Tuwau, donde lo más curiosos fue contemplar como los niños se amontonaban por docenas en los escaparates de un bar para ver como “bailaban” un grupo de occidentales. Así como vuelo obligado a Kuala Lumpur por no haber conexión directa con Singapur, donde tras obligada foto en las Torres Petronas y paseo por el Central Market y la conocida como Plaza Merdeka, fue suficiente para dar por vista una ciudad (“ras, ras”, como dice Peloto) que no nos dijo nada, más allá de la vida que deprende el barrio de Chinatown donde hicimos noche.

06. Malasia. Sabah (Borneo). Octubre 2009