domingo, 30 de agosto de 2009

Reflexiones sobre el tren

Otra vez en el tren, camino de Mongolia, Ulan-Bator, pero esta vez con la diferencia de ser la primera vez que nos encontramos con otros extranjeros en el tren haciendo la misma ruta, y no uno, si no más del 60% del tren (australianos, belgas, daneses, alemanes,…), después de haber recorrido más de 5 mil kilómetros rodeados de rusos. Ya era hora, y como se agradece.

Para entender el porqué, os cuento que el transiberiano no es más que una ruta unida por ferrocarril entre Moscú y Vladivostok (cerca de la frontera con Corea del Norte). A la altura de Ulan Ude, en la frontera con Mongolia, esta ruta, por decirlo de alguna manera se bifurca en dos, una que continúa hasta Vladivostok y la otra que discurre por Mongolia hasta Pekín (no es la única división de dicha ruta, hay más durante el trayecto hasta Vladivostok).

Por tanto, el transiberiano (o el transmongoliano en su bifurcación), es una ruta que es recorrida por gran número de trenes con itinerarios y paradas muy diferentes. No te puedes comprar un billete por toda la ruta si quieres ir haciendo paradas entre unas ciudades y otras, si no que para cada trayecto que quieras hacer es necesario comprarse un billete (a no ser que hagas el trayecto entre Moscú y Vladivostok sin parar, lo cual no es muy aconsejable claro). Como curiosidad, el número del tren te da una idea de cuantas paradas va haciendo y, por tanto, como es de rápido. Cuanto más cercano a 0 más rápido (el número 2, conocido como Rossiya, que hace la ruta Moscú – Vladivostok es el más rápido), y cuanto más se acerque el número del tren a 1.000 más lento.

Por tanto, es de suponer que toda la malgama de rutas y trenes que cubren el transporte de pasajeros entre las ciudades rusas, hace muy difícil encontrarte con extranjeros en dicho recorrido, pero que una vez en la frontera con Mongolia, los rusos que deben cruzarla deben ser entre pocos y ninguno, por lo que solo hay un tren diario (más uno un poco más rápido que solo circula semanalmente), y es por lo que por fin, nos concentramos aquí, como en un embudo, los extranjeros que estamos cruzando la frontera por turismo.

Y ya que no sé porqué me he puesto a hablar sobre el tren, unos consejos. En la página www.rzd.ru podéis ver los horarios de los trenes en ruso, para poder hacerlo usar el siguiente manual . Es muy útil consultar el horario y disponibilidad antes de ir a la ventanilla a comprarlo, de hecho, nosotros íbamos con el pantallazo del billete que queríamos en ruso y lo mostrábamos por la ventanilla, siendo mucho más eficaz que intentar a través del diccionario ruso-spanish explicar que es lo que quieres, que al final lo consigues, pero tras un largo proceso de desgaste en el que por lo general la señora de la ventanilla en un 50% de las veces hará lo mínimo por intentar entenderte.

Para cada billete por lo general (y si lo compras con tiempo) puedes elegir entre tres clases. Primera clase, con un compartimento con dos literas, segunda clase (kupe) con un compartimento con cuatro literas, y tercera clase, con 50 literas en un vagón, más los animales que acompañen a dichas personas que pueden ser de tipo muy variado. Nosotros hemos hecho todos los viajes en segunda clase, a excepción de un tramo que eran cinco horas y lo hicimos en tercera (el que os comenté en mi entrada al blog: Despertando en Siberia), y para nosotros, demasiado “ruso” como para repetir. Gasto aproximado de los billetes hasta Ulan-Bator: 420 €.

Por último, por si alguno se anima , os diré que como paradas imprescindibles, Kazán e Irkutsk (Lago Baikal), y como aconsejables, Nizhny Nóvgorod, Tomsk y Krasnoiarsk (ciudad en la que no hemos estado por falta de tiempo, ya que dentro de una hora cruzamos la frontera y dentro de 10 expira nuestra visado, pero de la que todo el mundo nos ha hablado positivamente).

Dasvedania Russia !!!

sábado, 29 de agosto de 2009

Un poquito de naturaleza, por favor

Después de nuestra parada en Tomsk de tres días, una ciudad de estudiantes de casi medio millón de habitantes, (y que por tanto en verano estaba más apagada), hemos podido comprobar los extremos en la atención al extranjero por los rusos: desde no dirigirte la mirada con desprecio, hasta recorrerse la cuidad en autobús y medio parque a pié, para enseñarte donde se encuentran unas pistas de tenis (donde jugamos un partido en tierra batida siendo el resultado es lo de menos) ; recibir la invitación de una señora de más de 80 años para que nos quedáramos en su casa, al vernos pasear con las maletas sin rumbo, no es que no lo agradeciéramos, pobre mujer, pero no nos hizo demasiada ilusión; o pelearse por invitarnos a un chupito en un típico bar siberiano, invitación que esta vez sí, nos dio por aceptar.

Y por fin, después de 27 horas más de tren, llegamos al ansiado Lago Baikal, un lago de 636 Km de largo y 60 de ancho, el más profundo del planeta con 1,6 km de profundidad máxima, con más agua que los cinco grandes lagos de Estados Unidos juntos, y en aumento, dado el movimiento de las placas tectónicas. El lugar elegido en el lago, un pueblo llamado Listvyanka, el más cercano a la ciudad donde nos dejó el tren, Irkutsk (600 mil habitantes), donde un par de días de relax, un poco de pescado ahumado (especialidad de la casa) y unas rutas de trekking por nuestra cuenta, nos dieron más de un susto y más de dos , pero se agradecieron más de lo que pensaba tras tanta ciudad a nuestras espaldas.

Respecto al Lago Baikal, la parte que nosotros estuvimos, la verdad me decepcionó un poco, ya que no es todo lo espectacular que uno se podía espera. Seguramente la elección de lugar no fue la más acertada, y deberíamos haber ido más al norte de la isla donde los parajes son más abruptos. Por recomendaciones de otros viajeros, os diría que para posibles visitas, podéis ir a la isla de Olkhon, tranquila pero con todas las posibilidades para hacer todo tipo de deportes al aire libre y acuáticos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Despertando en Siberia

Después de 3.565 Km, o sus equivalentes 54 horas en tren (lo que hace una media de 66 km por hora de media, para cuando el AVE!!!), nos encontramos camino de Tomsk, en el corazón de Siberia, eso sí, con 25 grados, en manga corta y sudando en un tren que por su concentración de asientos y literas recuerda más a un campo de concentración que a un medio de transporte.

Estos 3.565 Km han discurrido entre cuatro ciudades, y muchas horas de tren (6, 9, 14, 21, y sumando). La experiencia en el tren, pues a la carta, según la moral del viajero. Desde aceptar la oferta de los viajeros rusos para tomarte unos tragos de vodka acompañados de los típicos e internacionales tentempiés de tren (salchichón, conservas, …), tal como hicimos en nuestra primera noche de tren, practicando el ruso/español con ayuda de nuestra guía, donde el mayor fracaso fue la cita que les hicimos de una película de James Bond en ruso: “Desgraciadamente, sus planes para la dominación del mundo son erróneos”, y que no les hizo ninguna gracia, y como mayor éxito, cada vez que Juan Fran les decía que yo era gitano, se partían de risa, pero cuyos efectos sabidos de resaca nos han hecho no volver a probar. Como tener una estancia tranquila durmiendo, leyendo o escribiendo este blog, teniendo precaución de no hablar en español delante de rusos con caminar zig- zagueante, para evitar invitaciones de vodka (dándose unos pequeños toques con el dedo en el cuello) que no está bien visto rechazar.


En cuanto a las ciudades, el primer destino fue Nizhny Novgorod, una ciudad de aprox. 1,3 millones de habitantes, y de la que se dice, cómo de muchas otras, que es la tercera ciudad de Rusia. Su mayor atractivo, tanto el paseo que une las dos plazas principales de la ciudad, un recorrido donde la gente (principalmente chicas) van a pasear de plaza a plaza durante las horas de sol de la tarde, y que sentado en una cafetería te da la impresión de estar en un desfile de modelos (tipo de calle peatonal que por lo que vimos posteriormente comparte como muchas otras ciudades rusas), como el enclave de la misma, ya que se encuentra en el cruce de los ríos Ocka y Volga, y desde el Kremlin de la ciudad, las vistas son impresionantes.


Para completar la estancia, una excursión a Gorodet, pueblo según la guía con encanto y de artistas, pero cuyo encanto no conseguimos ver por ningún lado, y a la vuelta, cuando estábamos ya 14 personas (contadas sí) en una furgoneta preparados para salir, apareció una chica con su bulldog y se subió, esa sí que era una “artista”.

Y como colofon, cenamos en el puerto de la ciudad, en un sitio llamado Petkin, en el que por 11 euros por persona, probamos los pescados más típicos del rio Volga: perca, salmón, trucha,… la mejor comida hasta la fecha.

Desde Nyhny Novgorod, partimos a Kazan, la mayor sorpresa del viaje. Una ciudad de 1,2 millones de habitantes, donde cruzan el río Kazanka y el Volga, con avenidas amplias y espacios abiertos, multicultural (el 50% es de una etnia turca / musulmana, los tatares), y con un Kremlin coronando la ciudad que fue declarado en el año 2000 patrimonio de la humanidad.



Como anécdota, de vuelta al hotel dimos por casualidad con una fiesta Tatar, muy al estilo Griego (al menos en las películas), con la gente bailando, cogiéndose de la mano,… donde las invitaciones a bailar y la resistencia a aceptar una negativa, hicieron que optáramos por abandonar la fiesta por un local de rock de los 60 donde unos pasos de Moonwalker a lo Sulivan fueron todo un éxito.
De Kazan a Yekateringburgo (1,3 millones hab.), en los Urales, ciudad industrial de poco encanto pero mucha vida, y donde un centro financiero tipo “Manhattan” se encuentra en sus primeros pasos.

Aterrizamos en plena madrugada, pero tras haber dormido en el tren durante todo el día, decidimos salir a tomar una cerveza o similar, encontrándonos que era el día de celebración de la constitución de la ciudad en 1723, por lo que decidimos unirnos a la celebración sin dudarlo.

Como excursión fuimos a ver el Monasterio de los Santos Mártires, el lugar en que se dio muerte a la familia Romanov, los últimos zares rusos, y que como tantos otros monumentos rusos, ha sido reconstruido en este siglo y de escaso valor arquitectónico.

De vuelta al tren, camino de Novosibirsk (1,5 millones), como parada obligada (no recomendada por las guías) de una noche antes de continuar viaje hacia Tomsk. El alojamiento que elegimos de lo más curioso, en la segunda planta de la propia estación, la más grande de toda la ruta del transiberiano, donde al abrir la puerta de la habitación la primera visión que teníamos eran los paneles de información de los horarios.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Una vieja conocida, Moscú

La primera parada del viaje es una ciudad que ambos conocíamos de manera previa, Moscú. Tras pasar el test de la Gripe A en el avión, tomándonos la temperatura corporal en el oído (al menos curioso), nuestra visita turística se limitó a un paseo por el Kremlin para hacernos la clásica foto en la Plaza Roja. Durante estos dos das hemos aprovechado la estancia para planificar la ruta del transiberiano, que hasta la fecha no nos habíamos puesto con ello, y comprar una tarjeta prepago rusa para el mes que vamos a estar recorriendo Rusia, sobre todo para poder llamarnos entre nosotros. Las tarifas son muy asequibles, incluso para llamadas internacionales, y como anécdota contaros que las tarifas fuera de Moscú son tres veces más caras que en Moscú.

Nos hospedamos un hostal/albergue muy céntrico, Hostal Napoleón, que lo mejor que tiene es como adelanté la localización, ya que por lo demás es bastante cutre, el agua caliente la mitad de las veces no va, y únicamente cuenta con dos baños para todos los huéspedes.

El viernes noche tuvimos la primera alegría del viaje que no esperábamos, ya que cenamos con un viejo amigo del colegio mayor, mítico Nachino, que estaba de vacaciones con su novia por Rusia después de haber realizado una beca ICEX en Moscú. Si bien ellos después de la cena se tuvieron que ir ya que cogían el tren hacia San Petersburgo, Frank y yo continuamos la noche en un bar llamado Real McKoy, bastante recomendable por el ambiente.


El sábado estuvimos en un festival de música electrónica, una mezcla entre frikies rusos y perros flauta, que la verdad no mereció los ocho euros pagados por la entrada. En dos días hemos podido comprobar que nos tenemos que ajustar el gasto, o a los dos meses con el presupuesto límite que nos pusimos para el total del viaje, 15 mil euros, estamos de vuelta antes de llegar a Pekin.

El domingo por fin partimos hacia nuestro primer destino, Nizhny Novgorod, donde comienza el verdadero recorrido por la Rusia profunda, y como no podía ser menos, cogimos el tren casi en marcha (después de dormir apenas tres o cuatro horas), gracias a un “dimitri” taxista bastante apañado, con la azafata rusa bajándome la maleta del tren porque no encontraba el billete justo unos segundos antes de ponerse en marcha. Como veis en la foto, mi primera toma de contacto con el transiberiano, no fue todo lo glamurosa que podría esperarse.

sábado, 8 de agosto de 2009

Round the world

Llegó la hora. Después de más de cinco años exaltando entre copa y copa la aventura de dar la vuelta al mundo, por fin ha llegado la hora de hacerlo realidad. Una experiencia que tenía claro que quería vivir, y que mejor momento que ahora y que mejor compañía que mi amigo Juan Fran para compartir esta aventura.

Como no podía ser de otra manera, comienzo este blog una vez que estamos en camino, en Moscú. Primera parada para recorrer en el transiberiano Rusia y Mongolia hasta Pekín, puerta de entrada del sudeste asiático, que abandonaremos por Australia, como vía para llegar a suramérica, fin de un viaje que realizaremos durante poco más de seis meses.

A través de este blog espero compartir con vosotros esta experiencia, de una manera amena y sin más pretensiones que estar más cerca de mis amigos y familia, y por qué no, tener un recuerdo una vez que haya finalizado.

Como primer regalo os dejo esta instantánea tomada en el aeropuerto antes de partir, que cada cual decida quién es quién (yo no digo nada que me bajan del tren).

Un abrazo,