jueves, 20 de agosto de 2009

Despertando en Siberia

Después de 3.565 Km, o sus equivalentes 54 horas en tren (lo que hace una media de 66 km por hora de media, para cuando el AVE!!!), nos encontramos camino de Tomsk, en el corazón de Siberia, eso sí, con 25 grados, en manga corta y sudando en un tren que por su concentración de asientos y literas recuerda más a un campo de concentración que a un medio de transporte.

Estos 3.565 Km han discurrido entre cuatro ciudades, y muchas horas de tren (6, 9, 14, 21, y sumando). La experiencia en el tren, pues a la carta, según la moral del viajero. Desde aceptar la oferta de los viajeros rusos para tomarte unos tragos de vodka acompañados de los típicos e internacionales tentempiés de tren (salchichón, conservas, …), tal como hicimos en nuestra primera noche de tren, practicando el ruso/español con ayuda de nuestra guía, donde el mayor fracaso fue la cita que les hicimos de una película de James Bond en ruso: “Desgraciadamente, sus planes para la dominación del mundo son erróneos”, y que no les hizo ninguna gracia, y como mayor éxito, cada vez que Juan Fran les decía que yo era gitano, se partían de risa, pero cuyos efectos sabidos de resaca nos han hecho no volver a probar. Como tener una estancia tranquila durmiendo, leyendo o escribiendo este blog, teniendo precaución de no hablar en español delante de rusos con caminar zig- zagueante, para evitar invitaciones de vodka (dándose unos pequeños toques con el dedo en el cuello) que no está bien visto rechazar.


En cuanto a las ciudades, el primer destino fue Nizhny Novgorod, una ciudad de aprox. 1,3 millones de habitantes, y de la que se dice, cómo de muchas otras, que es la tercera ciudad de Rusia. Su mayor atractivo, tanto el paseo que une las dos plazas principales de la ciudad, un recorrido donde la gente (principalmente chicas) van a pasear de plaza a plaza durante las horas de sol de la tarde, y que sentado en una cafetería te da la impresión de estar en un desfile de modelos (tipo de calle peatonal que por lo que vimos posteriormente comparte como muchas otras ciudades rusas), como el enclave de la misma, ya que se encuentra en el cruce de los ríos Ocka y Volga, y desde el Kremlin de la ciudad, las vistas son impresionantes.


Para completar la estancia, una excursión a Gorodet, pueblo según la guía con encanto y de artistas, pero cuyo encanto no conseguimos ver por ningún lado, y a la vuelta, cuando estábamos ya 14 personas (contadas sí) en una furgoneta preparados para salir, apareció una chica con su bulldog y se subió, esa sí que era una “artista”.

Y como colofon, cenamos en el puerto de la ciudad, en un sitio llamado Petkin, en el que por 11 euros por persona, probamos los pescados más típicos del rio Volga: perca, salmón, trucha,… la mejor comida hasta la fecha.

Desde Nyhny Novgorod, partimos a Kazan, la mayor sorpresa del viaje. Una ciudad de 1,2 millones de habitantes, donde cruzan el río Kazanka y el Volga, con avenidas amplias y espacios abiertos, multicultural (el 50% es de una etnia turca / musulmana, los tatares), y con un Kremlin coronando la ciudad que fue declarado en el año 2000 patrimonio de la humanidad.



Como anécdota, de vuelta al hotel dimos por casualidad con una fiesta Tatar, muy al estilo Griego (al menos en las películas), con la gente bailando, cogiéndose de la mano,… donde las invitaciones a bailar y la resistencia a aceptar una negativa, hicieron que optáramos por abandonar la fiesta por un local de rock de los 60 donde unos pasos de Moonwalker a lo Sulivan fueron todo un éxito.
De Kazan a Yekateringburgo (1,3 millones hab.), en los Urales, ciudad industrial de poco encanto pero mucha vida, y donde un centro financiero tipo “Manhattan” se encuentra en sus primeros pasos.

Aterrizamos en plena madrugada, pero tras haber dormido en el tren durante todo el día, decidimos salir a tomar una cerveza o similar, encontrándonos que era el día de celebración de la constitución de la ciudad en 1723, por lo que decidimos unirnos a la celebración sin dudarlo.

Como excursión fuimos a ver el Monasterio de los Santos Mártires, el lugar en que se dio muerte a la familia Romanov, los últimos zares rusos, y que como tantos otros monumentos rusos, ha sido reconstruido en este siglo y de escaso valor arquitectónico.

De vuelta al tren, camino de Novosibirsk (1,5 millones), como parada obligada (no recomendada por las guías) de una noche antes de continuar viaje hacia Tomsk. El alojamiento que elegimos de lo más curioso, en la segunda planta de la propia estación, la más grande de toda la ruta del transiberiano, donde al abrir la puerta de la habitación la primera visión que teníamos eran los paneles de información de los horarios.

3 comentarios:

  1. Creo que se os ha quedado pendiente mencionar la ayuda externa que tuvisteis para encontrar el hostel de Yakateringburgo :) Me imagino que todos estos años practicando el moonwalker en bares de medio pelo han dado su fruto; todas esas personas que te confunden con la etnia gitana no van mal desencaminadas...

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  2. tiene narices la cosa, ir como borregos en el tren, intentar escaquearte de los rusos, intentar no acabar borracho, robado o violado, y encima pagar por ello, y todo ello durante 54 horas... recordarme que os acompañe.... ;-) que disfruteis ...

    Un abrazo,

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  3. es cierto, la ayuda de la pata humana en Yekaterinburgo fue fundamental, eso si, no se porque, respondía con efectos retardados ...

    joder juanen, es lo mismo que me dice mi padre, jejeje

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