viernes, 25 de diciembre de 2009

Preparación de la aventura en moto

Nos dimos dos días para preparar el viaje. Lo más importante, la moto a comprar. Tras muchas deliberaciones y pajas mentales, con visita incluida al mercado de segunda mano de Hanói, donde las pocas motos que probamos bastante teníamos con no caernos de la moto ante la sorpresa de los presentas (ya que nunca habíamos conducido una moto de marchas), decidimos que lo mejor era comprarnos la más barata y mítica de las motos en Vietnam, ante la diferencia de precio que existía con una moto en condiciones, y sumar un punto de aventura si cabe al trayecto.

Y la más mítica de las motos en Vietnam es una “Minsk” de fabricación bielorrusa de principios de los 90, de 125 c.c., con las que más de un turista se ha recorrido Vietnam de norte a sur. Finalmente terminamos pagando 400 dólares por moto (algo más caro de lo habitual, entre 300 y 350, pero nos encaprichamos con unas que iban como la “seda”), con la esperanza de poder revenderla al final del viaje.

Una moto un tanto especial. Para empezar, pesa una tonelada. Y es que otra cosa no, pero robusta y duradera, seguro que es. De cuenta kilómetros, indicador de marchas, nivel de gasolina, velocímetro,… o cualquier cosas que se asemeje a un indicador, por supuesto, no contéis. Nuestro “vendedor” nos dio unas clases rápidas de mecánica para posibles averías (con lo que me cuesta a mí atender), que completamos bajándonos un manual de reparaciones de internet.

Y porque no decirlo, la Minsk tiene sus manías, como cualquiera de nosotros, como que cada vez que le echas gasolinas tienes que poner entre un 2% y un 5% de aceite mezclado con la gasolina. Imaginaros el pifostio que montamos cada vez que paramos en un pueblo perdido de la mano de dios, para conseguir explicarles que nos pongan un embudo en la moto y poder echarle el aceite mientras repostamos.

En cuenta a que necesitábamos para la compra nos surgían muchas dudas, ¿necesitamos seguro? ¿es suficiente nuestro carnet de conducir coches internacional?. Para resolver estas dudas nos metimos en internet, pero las respuestas oficiales de que necesitas de todo y por duplicado, no nos convencieron. Así que preguntamos en la calle, donde nos dijeron que en Vietnam y Laos no hay problema, ya que todo se puede solucionar con unos dólares por la espalda, incluido el paso fronterizo, mientras que en Thailandia parece ser otra historia donde si es recomendable tener los papeles en regla. Por tanto, decidimos que nuestra aventura terminaría en Viettian, la capital de Laos al sur del país pegando con la frontera Tailandesa, y allí fue donde enviamos nuestras maletas, dejando una mochila por cabeza para hacer más fácil el trayecto en moto.

Una vez solucionado el tema de la moto, nos hicimos con un mapa de carreteras del país, y nos fijamos un itinerario por el montañoso norte de Vietnam, alejándonos lo máximo posible de la carretera principal del norte. Y nos compramos una guía de conversación ingles – vietnamita para asegurar la supervivencia y la diversión.

Y con esto, nos lanzamos a la carretera.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Hanoi y Halong. Visita obligada

"No thank you”. Mi frase más repetida durante nuestra estancia en las zonas turísticas del norte de Vietnam, a la multitud de vendedores que nos han intentado cobrar de más. Y es que el turismo, más allá de que te hace sentir uno más del montón, acaba transformando el carácter de algunas de las personas que lo rodea, que pasan a verte únicamente como un dólar andante. Si a este fenómeno le sumamos el carácter de los vietnamitas, que por su avaricia y perseverancia recuerda en cierta manera al carácter chino, resulta agotador tener que desconfiar cada vez que interaccionas con un local.

Obviando este tema, al que volveré más tarde, os contaré que desde Nham Trang cogimos un vuelo a Hanoi, la capital de Vietnam (3,5 millones). Ciudad más acogedora que Saigon y algo más accesible dado su población. La zona de mochileros tiene un ambiente más natural que en Bangkok y Saigón, donde las sillitas de cumpleaños vuelven a hacer acto de presencia en todas las callejuelas del centro, con la cerveza más barata que hemos encontrado hasta la fecha (0,1 euros).

De Hanoi, nos acercamos en autobús hasta la ciudad de Nin Binh, donde nos alquilamos unas motos para poder recorrer sus alrededores, principalmente la conocida como “Halong del interior”, Tam Coc. Multitud de formaciones rocosas que surgen entre campos de arroz, agujereadas por grutas y cuevas que vas atravesando durante una relajada visita en barca, empujadas por remeros que han aprendido a alternar brazos y piernas en sus paladas (eso sí que es optimizar recursos).

De Nin Binh nos dirigimos a la famosa Bahía de Halong en agotador transporte local. Ante nuestra sorpresa, lo que en un principio parecían ser tres asientos por fila, resultó que era posible encajar a seis vietnamitas como piezas del tetris nada menos que durante 5 horas. En las filas donde estábamos nosotros, dado que ocupamos como un 50% más que un vietnamita, se conformaron con 5.

La Bahía de Halong es espectacular. Más de tres mil pequeñas islas en un reducido espacio en el golfo de Tonkín, donde las rocas surgen del mar en todos sus rincones. La bruma hace acto de presencia durante casi la totalidad del día, y ayuda a sumarle magia al lugar.

El lado negativo, como no podía ser otro, la marea de turistas con las que estás obligado a visitarla bahía (dos días y una noche que pasamos en un barco chino) y la actitud de los vietnamitas del lugar. Personalmente toque fondo con lo que respecta a los sitios turísticos, y decidí que no me compensa por muy bonito que sea el lugar estar rodeado de dicha atmósfera.

Por tanto, tras estrujarnos la cabeza en buscar la mejor forma de alejarnos de dicho mundo temporalmente (seguro que tras un poco de incomodidades apetece volver), y tomando como referencia el viaje en moto que nuestro amigo Cory nos había contado por el norte de Vietnam, tuvimos una idea “brillante” que nos permitiría movernos con libertad y alejarnos de las principales atracciones turísticas, sin tener que sufrir la falta o la lentitud eternizante de los medios de transporte locales. Comprarnos una moto y recorrer con ella el norte de Vietnam y Laos hasta Bangkok.


12. Vietnam. Hanoi y Halong

martes, 22 de diciembre de 2009

Incursión en el Sur de Vietnam

Después de ver tanta película de guerra ambientada en Vietnam, que mejor que cruzar la frontera entre Camboya y Vietnam a través del río Mekong, en una barca capitaneada por una simpática pareja vietnamita. Un relajado viaje en el tiempo (y no sólo por la lentitud de la barca) a través de multitud de riachuelos, modestas barcas y casas de madera, e interminables campos de arroz.

Como parada en el Mekong, elegimos la ciudad de Can Tho (1,1 mill.). En lo que iba a ser mi renovado afán por alejarme de los lugares turísticos, una de las noches que pasamos en la ciudad, con el “abuelo Juan Fran” cansado, le pedí a un moto – taxista (te vale cualquiera que lleve una moto) que me llevará al lugar donde se concentraba la gente local, ya que no me podía creer que los cuatro bares del centro, con 5 guiris y 10 “sospechosas” vietnamitas por bar, fuera el ambiente real de la ciudad. Por 0,3 euros me llevo a una explanada al lado del estadio de futbol, unos cinco kilómetros del centro, donde los jóvenes se juntaban alrededor de mesas en pequeñas sillas tipo “cumpleaños de mi sobri”. Abastecidos de alcohol y comida por puestos ambulantes que surgieron de la nada. Lo más parecido a un botellón “light” que he visto hasta la fecha, donde a los pocos segundos de sentarme a tomarme unas cervezas, la gente se fue acercando a preguntarme no sé bien qué, porque no hablaba nadie ingles. Tras la cuarta cerveza, paso a ser una de las noches más divertidas del viaje.

Tras nuestro paso por el Mekong, viaje en autobús a la ciudad de Saigón (7,1 mill.), que pese al empeño del gobierno comunista en llamarla Ciudad de Ho Chi Min (fundador del partido comunista) desde su invasión en 1975, sus habitantes continúan refiriéndose a ella como Saigón, ya que por estas latitudes de Vietnam, lo del comunismo sigue sin calar. Ciudad con más parecido a Bangkok que a la propia Hanoi, donde impacta la multitud ingente de motos que pueblan la ciudad a cualquier hora del día y de la noche.

De Saigon, 10 horas en tren hasta Nham Trang (350 mil), donde teníamos intención de realizar un curso de kite surf, pero que no fue posible por ser temporada baja y el único centro que realizaba cursos en dichas fechas nos quería cobrar una fortuna. La ciudad, que tiene toda la pinta de convertirse en un futuro cercano en la Benidorm de Vietnam, no merece una visita. Pese a que alejándote unos kilómetros hacia el norte (nosotros fuimos en bicicleta), al pasar el puente que divide la ciudad, es posible encontrar una ciudad pesquera con algo de más encanto que los hoteles y luces de neón de su centro urbano.


11. Vietnam.Sur

lunes, 21 de diciembre de 2009

De regalo de navidad... el portatil

Pues eso, que hemos recuperado el portatil, despues de una historia para no dormir y mas de 600 km para tenerlo de vuelta. Asi que enseguida pongo al dia el blog y os cuento como fue todo.

Feliz navidad sinverguenzas !!!

domingo, 13 de diciembre de 2009

Still alive

Han pasado muchas cosas durante estas ultimas tres semanas desde que abandonamos Camboya. Todas entre buenas y cojonudas, pero una mala. Perdimos el ordenador (junto a los papeles de una de las motos de las que somos orgullosos propietarios) en el cruce de la frontera que hicimos en moto entre Vietnam y Laos, a lomos de nuestras miticas "minsk" con la que tambien nos hemos recorrido el norte de Vietnam. Asi que hemos perdido todas las fotos y videos (menos las fotos que hemos subido al blog), y el 100% de las fotos de Vietnam donde hemos estado tres semanitas, y todo lo que tenia escrito sobre nuestra experiencia Vietnamita. Putada sin igual.
A ver si me repongo del mal trago un dia de estos y os cuento como fue todo, aunque sea sin imagenes. :-(
Por nuestra parte ahora mismo estamos recorriendo Laos con las motos, donde la aventura esta en la carretera, ya que mayormente no la hay. Con el objetivo de llegar a la capital, Vientiane, y poder revenderlas.

Hasta pronto.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Que rica la sopa Camboyana

Cinco días pasamos en Camboya, un país que ha sufrido como el que más las guerras y conflictos de la zona y que cuenta con escasos 15 años de democracia. Con un PIB de 500 $ por habitante (el 181 de los 207 países reconocidos), el más bajo del sudeste asiático junto con Laos. Donde las ciudades carecen de alumbrado público más allá de las cuatro calles céntricas dedicadas al turismo, siendo son los comercios los que ponen el colorido a la ciudad, y resultando difícil abstraerse del gran número de niños huérfanos y mujeres que duermen en la calle. Y eso que por las "prisas" (que sin sentido) no conocimos la Camboya rural.

Del país no deja de sorprender que el uso de la moneda local comparte lugar junto al dólar americano (es posible y recomendado sacar dólares en los cajeros), donde para compras superiores a 1 dólar, es más habitual que el propio Riel Camboyano. Se ve que no olvidan que en 1975, con la llegada de los comunistas y del genocida Pol Pot al poder (2 millones de muertos en 4 años, casi la tercera parte de la población del momento), se abolió la propiedad privada y el valor del dinero. Así que por si acaso vuelve a pasar, esta vez prefieren que les pille con dólares en el bolsillo.

Y hablando un poquito del viaje, os contaré que llegamos al país desde Bangkok, cruzando la frontera a pié, para coger un autobús al otro lado de la misma hasta la ciudad de Siem Rep, con casi los mismos habitantes que las mismísima Harvarcete, 160 mil, y con una animada vida y múltiples restaurantes estilo “modernete” en su centro urbano, debido a los cientos de turistas que acuden a ver los famosos y conocidos templos de Angkor que se encuentran alrededor de la ciudad.

Los templos son el último vestigio de la ciudad perdida de Angkor, capital del reino Khmer que se extendía a lo largo del sudeste asiático. Restos de más de 1.000 templos, palacios, … (ya os adelanto que las fotos son un coñazo) en una superficie de unos 250 km cuadrados, que permanecieron ocultos bajo los árboles y la vegetación durante siglos, e impresionan al dejar entrever que clase de ciudad existió en el siglo XII – XIII, que contaba con un millón de habitantes cuando Londres apenas alcanzaba 50 mil.

De Siam Rep, partimos a la capital del país, Phnom Penh (1,5 millones), donde puede que debido a las bajas expectativas que tenía sobre la misma, me sorprendió para bien, principalmente la zona del paseo marítimo junto al río Mekong. Para el que quiera fustigarse con los horrores de la guerra, existen varias atracciones en la ciudad, como la visita al “Museo del genocidio", un antiguo instituto de bachiller usado como prisión de guerra y tortura, y que alberga actualmente un museo con la historia y las fotos de las atrocidades cometidas.

Y la gran sorpresa de Camboya, su cocina. En Camboya se come especialmente bien, con sus exquisitas sopas Khmer y sus platos Amok de pescado. Tanto, que nos decidimos a dar un curso de cocina camboyana en Siem Rep, en el que la verdad aprendí lo justito, pero suficiente para realizar un par de intentos en mi futura vuelta a Spain.

10. Camboya

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Excesiva Bangkok

Dejamos indonesia con destino Tailandia, siendo la ciudad de Bangkok nuestra primera parada de los casi dos meses que tenemos previstos pasar entre Tailandia, Camboya, Vietnam y Laos.

La ciudad de mayor vida que recuerdo hasta la fecha, donde pasado y futuro conviven en todos los rincones de la ciudad, y en la que el exceso de la ciudad, con sus calles repletas de mercados callejeros, turistas y atascos de tráfico, unas veces agota y otras entusiasma.

La zona donde nos alojamos durante la semana que pasamos en Bangkok, Khao San y Banglamphu, típica zona para mochileros, si bien es posible encontrar alojamiento de calidad a buen precio y servicios abiertos las 24 horas del día, la numerosa presencia de extranjeros que superan en número a los locales, hace que esta zona (y en general un poco toda la ciudad) pierda mucha de su magia, por lo que para posteriores visitas probaremos otros barrios como por ejemplo el animado Chinatown.

De las visitas en la ciudad, destacaría pasar una velada en el Lumphini Boxing (uno de los dos locales de boxeo de la ciudad), viendo combates de Muay Thai, en el que se intercalan luchas de adolescentes con luchas de adultos, que si bien por su altura, uno diría que no crecieron desde la adolescencia. Lo más destacable, más que los propios combates que terminan siendo algo repetitivo (y donde no sabemos porque los jueces casi siempre dan vencedor al del calzón rojo), es el ambiente de las gradas, donde las apuestas y los gritos de las “aficiones” se entremezclan con la música tailandesa de fondo. También merece la pena la visita al mercado callejero del fin de semana conocido como Chatuchak, con sus más de 15 mil puestos con todo tipo de ofertas, desde serpientes vivas hasta cuadros modernistas. Mientras que la visita al centro cultural y arquitectónico de la ciudad, Ko Ratakanosin, lo dejaría para los amantes de los templos, en los que yo sin duda no me incluyo.

Las salidas nocturnas si bien prometenen una ciudad en la que todos los días de la semana hay ambiente en cualquiera de sus famosas calles dedicadas al ocio (destaca la zona repleta de bares conocida como RCA), se ven diezmadas por el cierre de los bares y discotecas entre la 1 y las 2 de la mañana. Imagino que los locales tendrán sus rincones para continuar la fiesta, pero nosotros no conseguimos dar con ellos. Y es que estode salir temprano es algo que los españoles, por mucho que lo intentemos, no nos acostumbramos.

Fuera de la ciudad, el famoso mercado flotante Damnoen Saduak decepciona de que manera, ya que lo que en el pasado fue seguramente un mercado local sobre el agua, se ha convertido en una atracción para turistas, en el que no es posible moverse sin ser asaltado por hordas de vendedores. Y el conocido como Tiger Temple, famoso por criar en sus alrededores a tigres en libertad, sin duda tiene el punto de poder pasear y fotografiarse junto a unos tigres "domesticados".

Con el eco de las ofertas de las tailandesas todavía en la cabeza, “Massaaaaaaage”, que parece perderse en el infinito, abandonamos la ciudad, con cierta sensación de que sus rincones tienen mucho más que ofrecer que lo que nosotros fuimos capaces de vivir.


09. Bangkok. Noviembre 2009

jueves, 19 de noviembre de 2009

Isla de Java, tierra de volcanes… y sorpresas

De vuelta a la carretera. Tras nuestro descanso playero, nos dirigimos a visitar uno de los 129 volcanes activos que actualmente existen en las 17.508 islas que componen Indonesia, el volcán de Bromo en la isla de Java.

En nuestro recorrido de más de 14 horas en transporte local por bus, ferry y mini-van entre Depansar y Cemero Lawang, el pueblo base más frecuentado para visitar el volcán, recuerdo especialmente una parada en un pueblo en medio de la nada pasada la media noche, donde en la tenebrosa plaza del pueblo, sin ninguna luz que la iluminara más allá del reflejo de la luna, la gente y los perros deambulaban sin rumbo al son del ruido ensordecedor de las oraciones de los muecines por los altavoces, y una chica local se nos acercaba echando un ojo a nuestras mochilas mientras un viejo nos advertía “Be carefull, you get infected”. El “infierno en la tierra” fue nuestra definición para dicha fotografía.

En dicho trayecto, por el contrario, tuvimos la fortuna de coincidir con Don Hasman, un escritor, fotógrafo e intrépido viajero de 69 años, que recientemente había estado recorriendo el camino de Santiago, y que sería nuestro inesperado guía local para nuestra visita al volcán, derrochando conocimiento y generosidad. De la visita al volcán, destaca la visión del mismo bajo la niebla de las primeras horas del día, y el espectacular y colorido amanecer de la sierra que lo rodea, que hicieron que el madrugón mereciera la pena.

Por recomendación de nuestro guía, nos quedamos un día más en el pueblo para ver una ceremonia hinduista local, donde fuimos los únicos extranjeros presentes, y por tanto, con petición de entrevista incluida por la televisión local para el más guiri y vikingo de los tres.

Visitado el volcán, partimos a la ciudad conocida por ser el centro político y cultural de indonesia, Yogyakarta. Volvimos a ser afortunados al conocer a Agus, un joven de 31 años de Yogyakarta que se dirigía a la ciudad, y que por poco más de 20 euros accedió a llevarnos en su coche. Durante el trayecto, nos hablo de sus tres esposas de 16, 19 y 21, años, y que estaba en busca de la cuarta, el máximo permitido por la actual ley islámica, pese a que el primer sultán de la ciudad de Yogyakarta hace doscientos años ostenta el record con 41 esposas. Es lo que tiene ser musulmán.

Durante las 10 horas que duro el viaje, se percibe la densidad de la isla Java, ya que no es posible distinguir donde acaban y terminan las ciudades y pueblos. Y es que para una isla de 132.000 km2, una cuarta parte de la superficie de España, 129 millones de habitantes son muchos habitantes. Habitantes que en sus desplazamientos, no dejan de sorprenderte: cuatro personas en una moto arrastrando a su vez a una bici, niños sentados en las canastas de las motos, personas agarradas por fuera en las furgonetas, adelantamientos por la izquierda o por la derecha indistintamente donde las carreteras de dos carriles constantemente se convierten en cuatro cuando la circunstancias lo requieren, ...

En Yogyakarta, visita obligada al templo hinduista de Prambanan y al templo budista de Borodudur, de la mano de Agus, nuestro nuevo e improvisado guía local. Y recorrido turístico inesperado por la ciudad mientras buscábamos la única tienda donde de manera ilegal vendían botellas de whisky.

Y para terminar, amigos míos, os contare una historia de las que os gustan, que Don nos relató en Bromo, y que Agus nos confirmó en Yogyakarta, y con la que nos quedamos perplejos.

En la ciudad vecina de Yogyakarta, conocida por el nombre de Solo, según nuestros apreciados guías, cada 35 días se celebra una orgia multitudinaria en las montañas cercanas a la ciudad. Orgias que poco más de treinta años eran frecuentes en muy diversos lugares de la isla, pero que actualmente solo se siguen celebrando en las cercanías de la ciudad de Solo. Orgías a las que acuden solteros y parejas de diversos lugares de la isla de Java, en número que varía entre 10 y 20 mil personas. Según nuestros guías, nadie en la ciudad reconocería dicho evento, ya cada vez está más visto como una vergüenza nacional y se considera unos depravados a los que siguen acudiendo, por lo que no se quiere dar a conocer a los extranjeros, que, en caso de acudir o de intentar hacer alguna foto, es más que posible acabar en el hospital. Es por ello que pese a que coincidía la celebración de una de los comentados eventos durante nuestra estancia en Yogyakarta, no tuvimos el valor de acudir para contemplar semejante ritual y poder dar fe de su veracidad. Ver para creer.


08. Isla de Java, Indonesia. Noviembre 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

Sol y playa en Bali y Lombok

Poco más de diez días hemos pasado en dos de las islas más turísticas de Indonesia, aparcando por unos días las visitas culturales y de naturaleza, por el bien conocido y más agradecido pincho y cerveza al más puro estilo costa del sol, acompañados por nuestro buen amigo estadounidense Cory, con el que coincidimos haciendo el curso de submarinismo, y que desde entonces se ha unido a nuestra causa.

En cuanto a la isla de Bali, la famosa ciudad de Kuta ofrece todo lo que se puede esperar de antemano: un sinfín de callejones con continuo trasiego de turistas (principalmente australianos y nórdicos), puestos de ropa surfera de imitación, comida y bebida barata, alojamiento al alcance de todos los bolsillos, playas para surfistas y fiesta algo decadente (será la edad). Lo más molesto, la ingente cantidad de vendedores ambulantes ofreciéndote toda clase de servicios.


En cuanto a la comida, para que os hagáis una idea, uno de los días que nos dimos un homenaje a comer en el sitio más económico en el que haya estado nunca, llenamos la mesa con una ensalada de tomate, una ensalada de vegetales, una ensalada de aguacate, unos nachos, un plato de gambas, unos calamares fritos, un plato de arroz con huevo (Nasi Goreng), un pescado (red snapper) a la plancha, dos platos de cangrejos, tres zumos de plátano, dos coca colas y una botella de agua grande, y todo ello por el módico precio de 20 euros. Como para quedarse a cenar en casa.

En cuanto a la fiesta, la noche de Hallowen donde nos disfrazamos de romanos ya que era lo único que las sabanas de nuestro hotel nos podía permitir junto a unas coronas de “laurel” del árbol de la puerta de nuestra habitación, fue sin duda una noche para recordar.

Y estando en la meca del surf no podía faltar un intento de deslizarse por las olas más famosas del planeta, que como podéis imaginar, resultó fallido.

Fuera de Kuta, la isla tiene mucho más que ofrecer. Por 2 € y medio al día, nos alquilamos unas motocicletas, con las que recorrimos los alrededores de Kuta, inmersos en la corriente de miles de motos que recorren la isla de punta a punta. En los alrededores de la playa de Ulu Watu, en medio de unos empinados acantilados, en el templo de Pura Luhur Ulu Watu, pudimos contemplar uno de los típicos bailes balineses. Y en nuestro camino a la difícilmente accesible surfista playa de Echo Dream, pudimos ver los interminables arrozales que conforman el paisaje del interior de la isla.

De la isla de Bali, partimos a Lombok, donde a unos pocos cientos de metros del noroeste de la isla, se encuentran las conocidas como Islas Gili. En el trayecto, que hicimos a través de transporte local durante más de diez horas, conocimos a Miguel, un chico de Valladolid que se dedica a viajar por el mundo mientras por las noches juega al poker por internet (ya sabía yo que esto se podía hacer). Como no podía ser de otra forma, en el trayecto en ferry entre Bali y Lombok de seis horas, jugamos un torneo de Poker con apuesta de por medio. Y como sucede en estos caso, no gano ni el jugador profesional, ni los dos jugadores amateur, sino al que le tuvimos que explicar antes de empezar algunas de las normas del juego, durante el cual lo más divertido fue observar los intentos de Miguel por dar algunas clases de poker a nuestro amigo Cory, el que respondía con un ingenioso “It´s my money” mientras miraba para otro lado de la mesa.


De las tres islas Guili, nos alojamos en la Isla de Trawangan, la más “grande” y concurrida de las tres. Sustituimos el bullicio de las calles de Kuta y las motocicletas, por la tranquilidad de las calles no asfaltadas de Guili, los paseos en bici y el buceo en busca de rayas y tiburones. Las salidas nocturnas en Bali por el cine al aire libre, las cenas de pescado fresco a la brasa y unas copas a la orilla del mar en un ambiente más relajado, pese a la actitud más que perseverante de los jóvenes locales por rondar a las extranjeras, también conocidos coloquialmente como los “mosquitos”.

En resumen, los diez días más relajados que hemos pasado como si de unas vacaciones veraniegas al uso se trataran. Habrá que repetirlo.

07. Bali y Lombok. Octubre 2009

domingo, 1 de noviembre de 2009

Sabah, Isla de Borneo. Naturaleza, bajo y sobre el mar

Comenzamos nuestro viaje por Sabah con parada en la ciudad de Kota Kinabalu (400.000 habitantes) , con mucha diferencia las más moderna ciudad de Borneo que hemos visitado sin perder por ello su esencia asiática.

Desde Kota, partimos hacía la base del Monte Kinabalu, dispuestos a escalar durante dos días sus 4.092 metros de altura que la convierten en la cima más alta de la Isla. Habíamos leído durante nuestra estancia allí, que una japonesa de 90 años había sido la persona de mayor edad en realizar la ascensión, lo que nos daba cierta tranquilidad de que muy difícil no podía ser, aunque ya se sabe que de esta gente te puedes esperar cualquier cosa. Por desgracia, durante los dos días que estuvimos en la base de la montaña, la lluvia no dio tregua, por lo que nos quedamos con las ganas de realizar la ascensión, ya que las piedras de granito que cubren su cima hacen desaconsejable su escalada en dichas condiciones.


Por tanto, emprendimos viaje a Sandokan (100 habitantes), ciudad sucia y solitaria donde las haya, puerta de entrada del Parque Nacional de Sepilok, donde los orangutanes más débiles son alimentados hasta su reincorporación en la jungla, pese a los intentos de los macacos de aprovechar cualquier despiste bien de los orangutanes bien de un turista por arrebatar cualquier manjar.

Tras ver a nuestros primos los orangutanes, nos dirigimos a realizar el remonte del río Kinabantangan, donde habíamos leído que era posible divisar la vida animal de la isla de Borneo en estado salvaje. Resulto ser cierto: cocodrilos, macacos, orangutanes, elefantes pigmeos, … todo esto y mucho más tuvimos la suerte de contemplar en nuestros numerosos paseos en barca durante los tres días que permanecimos en la ribera del río . Lo más gracioso, las excursiones por la jungla nocturna, donde un animal conocido mundialmente como “pájaro común” era suficiente para hacer desenvainar las camaras fotográficas de los turistas más ávidos.

Como colofón a nuestra ruta por Sabah, nos decidimos sacar el curso PADI de buceo en aguas abiertas en Mabul, una isla a 30 kilómetros en el suroeste de Sabah donde se puede observar en menos de un kilometro de distancia los contrastes del turismo en asia. En una mitad de la isla (donde nosotros nos alojamos por ser el único lugar donde se pueden encontrar longhouse económicas) vive la población local entre gallinas y suciedad, donde los niños son más numerosos que las palmeras y andan muchos de ellos en peloteja viva al son de “hello” “hello” al paso del extranjero de piel clara. Una de las noches, una tormenta como yo nunca había visto de lluvia, truenos y viento, hizo estremecer las maderas de las casas y mis intestinos, y que el día siguiente amaneciera con cientos de trozos de madera inundando la playa.

La otra mitad de la isla, dedicada al turismo de lujo donde los resort exclusivos de más de 200 € la noche hacen que el contraste con la chavalada sonriente pero en condiciones sanitarias inexistentes sea todavía más evidente.

En cuenta al buceo, una experiencia que repetiremos en muchos de los destinos que vayamos, ya que cada inmersión que realizamos entre barcos hundidos o precipicios de coral, teníamos la suerte de encontrarnos con todo tipo de fauna marina. Para el ojo del submarinista inexperto, como es mi caso, destacaba como no puede ser de otra forma “los bichos más gordos”, y que en esta caso fueron unas tortugas de más de un metro de diámetro de caparazón, y una espectacular morena gigante, de cabeza como dos veces la mía (o media la del Dro), y torso con más de tres metros de largo.


Con cierta tristeza nos fuimos del lugar, ya que no conseguimos bucear en uno de los santurios del buceo, Sipadan, con una pared vertical de coral de más de 600 metros donde merodean numerosos tiburones blancos, pero la necesidad de tener que reservar con antelación dado su número de plazas limitado para el buceo hicieron imposible este objetivo.

En nuestra vuelta desde Borneo a Singapur, paso por las ciudades de Semporna y Tuwau, donde lo más curiosos fue contemplar como los niños se amontonaban por docenas en los escaparates de un bar para ver como “bailaban” un grupo de occidentales. Así como vuelo obligado a Kuala Lumpur por no haber conexión directa con Singapur, donde tras obligada foto en las Torres Petronas y paseo por el Central Market y la conocida como Plaza Merdeka, fue suficiente para dar por vista una ciudad (“ras, ras”, como dice Peloto) que no nos dijo nada, más allá de la vida que deprende el barrio de Chinatown donde hicimos noche.

06. Malasia. Sabah (Borneo). Octubre 2009

domingo, 25 de octubre de 2009

Sarawak, Isla de Borneo. Cuevas, murciélagos y turistas

Como ya os adelanté, en la Isla de Borneo comparten territorio tres países: Indonesia, Malasia y Brunei. Dejando aparte el sultanato de Brunei (que por cierto, fue conquistado y arrasado por España en el siglo XVI), la parte Malaya, al norte de la isla, goza de la reputación de tener los mayores atractivos naturales de la isla, que ha perdido durante finales del siglo XX gran parte de su selva virgen (hasta un 80% la parte indonesia conocida como Kalimatan, debido a la deforestación masiva con el objetivo de la plantación de palmeras).

Comenzamos nuestro viaje por el estado de Sarawak, en la ciudad de Kuching (200.000 habitantes). Ciudad agradable, con numerosos mercados nocturnos y puestos de comida india, malaya y china. Cerca de la ciudad se encuentra el parque nacional de Bako, donde nos quedamos con ganas de pasar más tiempo, y en el que comprobamos como uno de mis más queridos y admirados animales, los macacos, no me tienen el cariño que yo presuponía como primo lejano en la evolución, ya que nada más hacer acto de presencia ante mí, se tiro dientes al aire a por mí botella de agua. Y yo claro, gentilmente, se la cedí.


Como uno de los grandes atractivos de Sarawak, entre otros, se encuentra el remonte del río Batang Rejang, conocido como el amazonas de Borneo. El remonte del río comienza en la ciudad de Sibu (200.000 habitantes), desde el cual, rio arriba, se llega hasta Kapit, un pueblo de 8 mil habitantes, pero como todas las localidades visitadas hasta la fecha, en cuanto se pone el sol cualquier escusa es válida para que aparezcan los mercados nocturnos y la gente abarrote las calles dispuestas a comer, beber y charlar.

El remonte del río, decepcionante. Un río cenagoso, sin las riberas selváticas que uno se puede esperar con el apodo utilizado para su descripción por las guías de viaje, por lo que decidimos no continuar río arriba hasta el pueblo de Belaga, donde es posible que unos rápidos hagan de esta experiencia algo más especial que recordar.


Desde Kapit, hicimos una excursión a una de las longhouse de la zona, un conjunto de casas de madera en medio de la selva, donde viven los conocidos como iban, descendientes de los antiguos de cazadores de cabezas que decoran todavía cada una de sus casas. La experiencia, lo que se puede esperar de tener que pagar por observar la vida diaria de cualquier persona, “artificial” (una y no más), ya que la realidad de las longhouse (o las que nosotros visitamos) es que se han convertido en una especie de ciudad dormitorio para muchos de sus habitantes que en la realidad van a trabajar a los pueblos de alrededor.

Tras nuestro decepcionante paso por el río Batang, partimos hacía el mayor atractivo de Sarawak, el parque nacional de Mulu y su conjunto de cuevas y pasadizos. Para poder acceder al mismo, volvimos río abajo a la ciudad de Sibu, para coger un avión hasta Miri (180 mil habitantes), la única ciudad con vuelo al parque nacional, en la que hicimos noche y nos tomamos unas copas mientras escuchábamos un grupo de rock local de lo más curioso.


En Mulu, impresiona la cueva del Ciervo, con el túnel más largo del mundo de 2 kilometros de largo y 174 metros de altura, donde en su techo pueden llegar a dormir más de 2 millones de murciélagos, siendo la salida de los murciélagos al anochecer para alimentarse uno de los más preciados espectáculos que ver si tienes la suerte de que les apetezca salir antes del anochecer. Suerte que nosotros no tuvimos.


Lo peor del parque nacional, que cualquier visita tienes que hacerla con guía y en grupo, por lo que te ves envuelto entre guiris de todos los colores, que hace, sin duda, que la visita pierda mucho de su encanto, y que nos hizo reflexionar que nuevas excursiones con un mayor grado de aventura podíamos acometer a futuro para poder alejarnos de la legión de turistas con los que nos habíamos encontrado. Reflexiones que aplicamos en nuestra visita al otro estado del Borneo Malayo, Sabah.
05. Malasia. Sarawak (Borneo). Octubre 2009

viernes, 16 de octubre de 2009

Vida contemplativa en Pulau Tioman

Como destino para los días entre semana que pasamos entre nuestras dos visitas a Singapur, buscamos un lugar de playa – el primero de muchos espero – en el que dedicarnos a la vida contemplativa - ¿más todavía os preguntareis? pues sí -. El lugar elegido, Malasia continental.

Malasia es un país mayoritariamente musulmán – aunque según la constitución todos los malayos son musulmanes-, que hasta hace poco más de cincuenta años era colonia británica, por lo que la mayoría de la población habla inglés de manera más que correcta - mejor que yo vamos -. Su territorio está dividido en dos, la conocida como parte continental en la península de Malaca – territorio por el que se han dado de collejas con Tailandia durante siglos, y aún continúan - donde vive el 85% de la población del país – 27 millones- y en cuyo extremo inferior se encuentra Singapur, y la parte insular en Borneo, cuyo territorio está dividido entre Indonesia, Malasia y Brunei.

En la parte continental, los comentarios que encontramos coincidían en que la costa este es más abierta al estilo de vida occidental, mientras que la oeste es, sin duda, más conservadora. Como contrapartida, la parte oeste disfruta de las mejores playas del país. Como nuestro objetivo para esta estancia estaba claro, nos decantamos por una isla en la costa oeste, Pulau Tioman.


Para llegar desde Singapur es necesario coger un bus hasta la ciudad de Johor Baru, ya en Malasia, cruzando la frontera por carretera. Posteriormente, un nuevo autobús te lleva hasta el pueblo de Mersing, donde hice noche – Juan Fran fue vía Malaca, ya que tras mes y medio de vernos las caras a diario, decidimos darnos un par de días de descanso - y comí en un restaurante indio por poco más de 2 €. A la mañana siguiente, un bote desde el puerto de Mersing, te lleva hasta la isla de Tioman, donde se puede elegir entre diferentes emplazamientos. Nos alojamos en la playa de Salang, por ser la más concurrido del lugar – lo que se traduce en 3 o 4 restaurante y mismo número de tiendas.

La isla tiene todo lo que te puedes esperar de un destino turístico del sudeste asiático no masificado: playas de ensueño, bungalows sobre el mar, buena y barata comida,…. Como curiosidad, Pulau Tioman, es una de las tres zonas libre de impuestos en Malasia, por lo que no hubiera sido mal lugar para reponer nuestra dañada cámara.

Durante nuestra estancia allí, uno de los días lo dedicamos al buceo recorriendo la conocida como Isla de coral y alrededores, otro a realizar una ruta de trekking por la jungla entre Tekek y la playa de Juara, de arena blanca y solitaria, que merecía mucho la pena, y el tercero, a estar tumbado en una hamaca con el pie en alto, tras, para variar, haberme torcido el tobillo el día anterior.

Por la noche, lo más destacado los pescados a la brasa que te puedes tomar en cualquiera de los puestos que se alinean en frente de la playa, donde para cocinarlos los envuelven en hoja de palmera. Habrá que probarlo a la vuelta. Ya os aviso que para entonces tengo pensado apuntarme a un curso de “experto en cocina marítima, sopa de sobre no”.


04. Malasia. Pulau Tioman. Septiembre 2009

viernes, 9 de octubre de 2009

Made in Hong Kong, enjoyed in Singapore

Una vez finalizado nuestro periplo por Mongolia, pusimos rumbo a China, donde nuestros planes para nuestra parada en Pekin - donde ambos habíamos estado ya previamente -, que consistían en algo tan terrenal y mundano como comernos un pato pekín y darnos un masaje, se vieron frustrados por 12 horas de retraso en el vuelo - ¡a qué se debe semejante castigo divino de llevar dos meses en Asia sin habernos homenageado con unas friegas! .

Por tanto, tras una parada sin más historia en Pekin, llegamos a Hong Kong. Una ciudad de 7 millones de habitantes un paso por delante respecto al resto de China – se nota el haber sido colonia británica hasta el año 1997 - que recuerda a New York pero en chino, lo que os podéis imaginar en lo que eso se termina traduciendo: mucha gente, mucho ruido, mucho olor, muchas luces, … - vamos que un exceso de todo - y con el encanto de su enclave en diferentes islas montañosas al estilo Rio de Janeiro, como se puede apreciar en la subida que hicimos al pico Victoria para ver la ciudad desde las alturas. Las fotos como podéis comprobar pierden en calidad, ya que nuestra cámara sufrió las consecuencias de las dunas del desierto, y el móvil surgió como una alternativa para tener algún recuerdo de Hong Kong.

La primera noche decidimos salir a cenar y tomar unas cervezas por la zona de Wan Chai y Lan Kwai Fong, en Hong Kong Island – se come realmente bien en la ciudad - pudiendo leer en varios carteles, no sin cierta curiosidad, que esa noche llegaba el tifón número 8 de la temporada, o eso creíamos nosotros, ya que luego pudimos comprobar que el 8 hacía referencia a la intensidad sobre una escala de 10, por lo que casi volvimos volando al hotel.

Al día siguiente, vimos el juego de luces del skyline de Hong Kong Island desde el Paseo de las Estrellas, cerca de la estatua de uno de nuestros mitos mas aclamados, Bruce Lee – eso sí que eran ostias, y no las de Jakie Chan y compañía –, tras lo cual fuimos a cenar con unos compañero de la empresa de Juan Fran.

Tras nuestro paso de poco más de dos días en Hong Kong, llegamos a Singapur, ciudad - estado de 4,7 millones de habitantes, otro paso – o dos - por encima de Hong Kong – supera a España en PIB por habitante -, donde las sensaciones son radicalmente diferentes. Una ciudad que no pierde el encanto asiático de sus mercados y vida 24 horas al día, pero que a su vez lo combina de manera acertada con una forma de ser más relajada, y porqué no, más cívica – puede que a base de mano dura, hay multas nada económicas para todos los gustos -, diseño urbano y espacios verdes que recuerdan a una ciudad occidental, y su multiculturalidad, ya que conviven chinos – mayoritarios con casi el 75% de la población -, malayos, indios y musulmanes, lo que hace que el idioma oficial del país sea el inglés. Y por su fuera poco, su idónea localización en medio del sudeste asiático con vuelos baratos por no más de 50 dólares a cualquier destino paradisíaco de la zona. En resumen, una ciudad perfecta para vivir durante una temporada.

Fuimos acertadamente recomendados en el aeropuerto y nos quedamos en un hotel en la zona de Geyland Road, el barrio rojo de Singapur, donde se podía comprobar cómo el deporte nacional consiste en comer y beber en la calle mientras ves futbol inglés –al final no somos tan diferentes -, con miles de puestos muy asequibles para el bolsillo y con todo tipo de buena comida asiática en cualquier punto de la ciudad, siendo habitual encontrar más afluencia a las 2 de la mañana que a las 2 de la tarde durante cualquier día de la semana – al menos en nuestro apreciado barrio. Os recomendamos dos lugares, Lau Pa Sat o Newton Market, mercados donde se concentran docenas de puestas y todo tipo de propuestas culinarias a precios muy asequibles – se puede comer desde 3 € por persona.

Dado que Singapur fue nuestro lugar elegido para vacunarnos de la Encefalitis Japonesa – ya que no está actualmente disponible en Europa- nos obligaba a pasar dos fines de semana en la ciudad. Durante el primer de los mismos, y tras las correspondientes visitas al Chinatown y Little India de la ciudad, ambos con diferentes celebraciones durante dichas fechas, aprovechamos para comprar otra cámara de fotos, con intento fallido en el mercado electrónico de Singapur, conocido como Sim Lim Market, donde el regateo y las malas artes pudieron con nosotros, y tras más de seis horas de desconcertante negociación y conversaciones sin sentido sobre las características tecnicas de las cámaras – pero si nos valía cualquiera !!! -, en la que ya no sabíamos si lo que queríamos comprar era una cámara o un perrito piloto, nos hizo optar por ir a un centro comercial de los de toda la vida con su precio escrito. Que descanso.

Y como no, tras nuestro arduo recorrido por Mongolia, se hacía imprescindible unas salidas nocturnas por la ciudad – por las zonas de Clarke Quay y St. James Station -, aunque cuando hicieron aparición ante nosotros los siempre temidos y odiados vasitos de whisky de cumpleaños y encima a precio de oro – más de 10 € la copa – nos hizo acabar recurriendo en más de una ocasión a la siempre agradecida cerveza, con sus consabidos efectos de visitas al servicio – si, si, al servicio, nos hacemos mayores.

En nuestro segundo fin de semana, paseo por el zoo de Singapur y visita a la playa de la ciudad, Sentosa, con cerveza incluida en el Café del Mar de turno de la playa, donde los turistas británicos demostraron tener el mismo comportamiento conocido en cualquier lugar del planeta.

Y por afortunada coincidencia, asistencia a la carrera de F1 que se celebraba en la ciudad, para la cual compramos en reventa dos tickets para la zona de Walk About, lo que viene a ser “sin asiento asignado, búscate la vida”. Tras unas primeras vueltas en las que la novedad de ver pasar los coches que tanto has visto en la tele y el ruido ensordecedor te hacen ilusión, acabamos viendo la carrera junto a la mayoría de la gente en una explanada dentro del circuito en unas pantallas gigantes – es lo que tienen estos eventos -. Tras la carrera, teníamos la intención de quedarnos a ver el concierto que había preparado en el circuito, pero antes nuestra sorpresa hicieron aparecieron en el escenario ni más ni menos que los Back Street Boys, por lo que como podéis imaginar, presos del pánico salimos a la carrera, no sin poder evitar que alguna nota sonora entrara por nuestros oídos.

lunes, 5 de octubre de 2009

Mongolia experience

Después de unos días sin escribir, unas veces por falta de tiempo y otras por falta de ganas - ya sabéis lo cansado que es estar de vacaciones -, vuelvo a encender el ordenador no para ver qué día es – que señal de felicidad más inequívoca – sino para contaros desde un pueblo en la coste del borneo malayo, como vivimos uno de nuestros destinos más esperados: Mongolia.

Para empezar os contaré lo menos interesante, y quedarnos así con buen sabor de boca. La ciudad de llegada y partida donde pasamos un total de tres días, Ulan bator, con la mitad de la población del país menos densamente poblado del mundo viviendo en sus calles - 1 millón de habitantes - no tiene mucho, o más bien nada que ofrecer, ni por el día, y mucho menos por la noche. Ciudad oscura, sin vida, y sin un paseo o monumento que merezca la pena visitar, o por lo menos nosotros no conseguimos dar con él.

Por tanto, lo antes posible decidimos emprender viaje y buscar gente con la que compartirlo y hacerlo más ameno y económico por la Mongolia nómada. El destino elegido, siete días por la parte oeste del país, y las acompañantes, dos suecas de 19 años, que os aseguro que lo peor no era que no respondieran al estereotipo que Andrés Pajares y Fernando Esteso nos han grabado en el cerebro a base de taquillazos y grandes clásicos - véase Los Bingueros - si no que como descubrimos posteriormente, si bien muy educadas, como compañeras de viaje eran los más aburrido y soso – ¿os suena? - que te puedes encontrar.

La parte oeste de Mongolia, es una continuación interminable de estepa, lagos y paisaje ligeramente montañoso, donde la inmensidad es seguramente lo que más impacta del mismo. Continuamente puedes ver las tiendas de campaña - gers - que usan los nómadas para su travesía por el país, como ovnis venidos del cielo, de la mano de su bien más preciado, su ganado, que por esta zona suelen ser caballos, ovejas, cabras, vacas y yaks.

Durante la totalidad del tiempo que estuvimos viajando por Mongolia dormimos en dichos gers - aprox. 2 euros persona noche- unas veces en campos de gers para turistas, otras veces en gers de familias nómadas. La primera vez que nos alojamos con una de dichas familias, pudimos comprobar la hospitalidad de los mongoles, que te ofrecen todo tipo de productos lácteos de difícil digestión – echamos de menos sin duda esos ricos aditivos y conservantes - , y donde la afirmación de la guía de que lo que nos estaban ofreciendo era leche de caballo, pero que de caballo hembra - joder, menos mal ¡¡¡ - nos hizo sufrir un ataque de risa que yo creo que los nómadas ni las suecas todavía no han conseguido entender. Como escribimos en uno de los restaurantes donde comimos en Ulan Bator y en la correspondiente postal al Green, “la genética no os acompaña pero sois gente de buen fondo y buen comer”.

Comenzamos nuestro viaje con visita sin pena ni gloria al parque nacional Hustai, donde en la distancia pudimos observar unos caballos salvajes más parecidos a un pony que a un ejemplar arábico, y desde donde nos dirigimos a la zona conocida como Semigobi, donde se pueden observar en un mismo paisaje la estepa mongola, unas montañas rocosas y unas dunas de apenas 500 metros de largo con cuatro camellos que son suficientes para calmar las ansias de los turistas que no se deciden a ir al Gobi por falta de tiempo.

Tras la pertinente visita a la antigua capital de Mongolia allá por el siglo XII, Karakorum, alcanzamos los Hot Springs en Tsenkher, donde íbamos a dar con nuestra mayor frustración hasta la fecha, nuestro sueño de tiro con arco a lomos de un caballo mongol, se quedaba reducido a montar un ejemplar que en España no pasaría de mula barrigona, y donde descubrimos que la palabra “Chua” “Chua” es válida tanto para azuzar caballos, como camellos o mongoles.

Y en estas estábamos, cuando nos empezó a pesar el no haber elegido el sur de Mongolia como destino de nuestra semana en el país, donde las dunas del desierto del Gobi, nos venían a la mente como algo más especial que la estepa siberiana. Tuvimos la suerte de encontrarnos en Tsetserleg con dos chicas catalanas, Nuria y Mireia, del mismo Manlleu, que compartían dicha inquietud, y que sin duda hicieron que nuestro viaje ganara enteros en diversión, buen rollo y partidas de mus, y de las que esperamos ansiosos recibir unas exquisitas butifarras para navidad. Nos pusimos manos a la obra, y conseguimos cambiar nuestros billetes de avión y encajar el fin del primer viaje antes de llegar a Ulan Bator, con el alquiler de una furgoneta y un conductor mongol - del cual os hablaré posteriormente -, esta vez sin guía que nos acompañara, para poder ir al sur de Mongolia.

Nuestro periplo por él oeste - ya con nuestras nuevas compañeras compartiendo furgoneta junto a las suecas - finalizó con una grata sorpresa, ya que en los alrededores del White Lake, se encuentra un impresionante cráter y cañón de varios kilómetros formado por la erupción del mismo hace dios sabe cuánto.

Con fuerzas e ilusiones renovadas, emprendimos nuestra ruta hacía el Gobi, donde más de 1.000 km a bordo de nuestra furgoneta rusa nos esperaban. Parada obligada en el trayecto en las ruinas del monasterio de Ongiin Khid, así como en Bayanzag, unos espectaculares acantilados donde se han encontrado fósiles de dinosaurios, pero donde nosotros afortunadamente descubrimos “las canicas” mongolas, un juego llamado Shagal, que se juegan con huesos del tobillo de las ovejas –ya nos echaremos unas partidas.

Todo ello para finalmente, a lomos de nuestros camellos Jacinto y Hermoso -como os echamos de menos- llegar a las famosas dunas de Khongoryn Els, de hasta 200 metros de alto, donde alcanzar la cumbre costó más de lo que en un principio estimamos, pero que se vió recompensado por las vistas del desierto que desde la cima se pueden contemplar. Objetivo inicial del viaje cumplido, que no impidió disfrutar en el camino de vuelta a Ulan Bator del cañon Yolyn Am, también conocido como Ice Canyon por estar la mayor parte del añó helado, así como de las ruinas del monasterio de Amurbuyant Khiid, famoso por ser el lugar donde Stalin ordenó dar muerte al decimotercer Dalai Lama allá por el año 1904.

En resumen, un país y una experiencia única y diferente a lo que estamos acostumbrados, tanto por la el sentido de hospitalidad y generosidad de los mongoles fuera de la ciudad, más guiados por la supervivencia que por el egoísmo, como pudimos comprobar tras un pinchazo de nuestra mítica furgoneta rusa con la que recorrimos más de 2.000 kilómetros por caminos que no dejaban que las cabezadas fueran más allá de unos pocos segundos, como por las experiencias y paisajes que no dejan de sorprender: encontrarte un huerto en un pueblo en medio de la nada, regado por un pozo natural, donde paramos y cogimos cebollas, tomates y hasta una sandia por el módico precio de dos euros; querer hacerte la foto cuando ves pasar unos camellos por el desierto y ser escupido por uno de ellos; mirar las estrellas por la noche y tener la sensación de estar en un planetario; apreciar como nunca una ducha caliente tras tres días acumulando polvo y arena;

Mención aparte se merece nuestro conductor – y a la larga compañero de basket, luchador (a Juan Fran le dio lo suyo, yo para que molestarme), animador de grupo, cantante,… - durante nuestro recorrido por Mongolia, Paerma, un crack. Sin una palabra de nuestro diccionario en común, con una de sus frases favoritas “Paerma bueno, José malo”, era suficiente para el descojone del personal, o al menos el nuestro.

domingo, 30 de agosto de 2009

Reflexiones sobre el tren

Otra vez en el tren, camino de Mongolia, Ulan-Bator, pero esta vez con la diferencia de ser la primera vez que nos encontramos con otros extranjeros en el tren haciendo la misma ruta, y no uno, si no más del 60% del tren (australianos, belgas, daneses, alemanes,…), después de haber recorrido más de 5 mil kilómetros rodeados de rusos. Ya era hora, y como se agradece.

Para entender el porqué, os cuento que el transiberiano no es más que una ruta unida por ferrocarril entre Moscú y Vladivostok (cerca de la frontera con Corea del Norte). A la altura de Ulan Ude, en la frontera con Mongolia, esta ruta, por decirlo de alguna manera se bifurca en dos, una que continúa hasta Vladivostok y la otra que discurre por Mongolia hasta Pekín (no es la única división de dicha ruta, hay más durante el trayecto hasta Vladivostok).

Por tanto, el transiberiano (o el transmongoliano en su bifurcación), es una ruta que es recorrida por gran número de trenes con itinerarios y paradas muy diferentes. No te puedes comprar un billete por toda la ruta si quieres ir haciendo paradas entre unas ciudades y otras, si no que para cada trayecto que quieras hacer es necesario comprarse un billete (a no ser que hagas el trayecto entre Moscú y Vladivostok sin parar, lo cual no es muy aconsejable claro). Como curiosidad, el número del tren te da una idea de cuantas paradas va haciendo y, por tanto, como es de rápido. Cuanto más cercano a 0 más rápido (el número 2, conocido como Rossiya, que hace la ruta Moscú – Vladivostok es el más rápido), y cuanto más se acerque el número del tren a 1.000 más lento.

Por tanto, es de suponer que toda la malgama de rutas y trenes que cubren el transporte de pasajeros entre las ciudades rusas, hace muy difícil encontrarte con extranjeros en dicho recorrido, pero que una vez en la frontera con Mongolia, los rusos que deben cruzarla deben ser entre pocos y ninguno, por lo que solo hay un tren diario (más uno un poco más rápido que solo circula semanalmente), y es por lo que por fin, nos concentramos aquí, como en un embudo, los extranjeros que estamos cruzando la frontera por turismo.

Y ya que no sé porqué me he puesto a hablar sobre el tren, unos consejos. En la página www.rzd.ru podéis ver los horarios de los trenes en ruso, para poder hacerlo usar el siguiente manual . Es muy útil consultar el horario y disponibilidad antes de ir a la ventanilla a comprarlo, de hecho, nosotros íbamos con el pantallazo del billete que queríamos en ruso y lo mostrábamos por la ventanilla, siendo mucho más eficaz que intentar a través del diccionario ruso-spanish explicar que es lo que quieres, que al final lo consigues, pero tras un largo proceso de desgaste en el que por lo general la señora de la ventanilla en un 50% de las veces hará lo mínimo por intentar entenderte.

Para cada billete por lo general (y si lo compras con tiempo) puedes elegir entre tres clases. Primera clase, con un compartimento con dos literas, segunda clase (kupe) con un compartimento con cuatro literas, y tercera clase, con 50 literas en un vagón, más los animales que acompañen a dichas personas que pueden ser de tipo muy variado. Nosotros hemos hecho todos los viajes en segunda clase, a excepción de un tramo que eran cinco horas y lo hicimos en tercera (el que os comenté en mi entrada al blog: Despertando en Siberia), y para nosotros, demasiado “ruso” como para repetir. Gasto aproximado de los billetes hasta Ulan-Bator: 420 €.

Por último, por si alguno se anima , os diré que como paradas imprescindibles, Kazán e Irkutsk (Lago Baikal), y como aconsejables, Nizhny Nóvgorod, Tomsk y Krasnoiarsk (ciudad en la que no hemos estado por falta de tiempo, ya que dentro de una hora cruzamos la frontera y dentro de 10 expira nuestra visado, pero de la que todo el mundo nos ha hablado positivamente).

Dasvedania Russia !!!

sábado, 29 de agosto de 2009

Un poquito de naturaleza, por favor

Después de nuestra parada en Tomsk de tres días, una ciudad de estudiantes de casi medio millón de habitantes, (y que por tanto en verano estaba más apagada), hemos podido comprobar los extremos en la atención al extranjero por los rusos: desde no dirigirte la mirada con desprecio, hasta recorrerse la cuidad en autobús y medio parque a pié, para enseñarte donde se encuentran unas pistas de tenis (donde jugamos un partido en tierra batida siendo el resultado es lo de menos) ; recibir la invitación de una señora de más de 80 años para que nos quedáramos en su casa, al vernos pasear con las maletas sin rumbo, no es que no lo agradeciéramos, pobre mujer, pero no nos hizo demasiada ilusión; o pelearse por invitarnos a un chupito en un típico bar siberiano, invitación que esta vez sí, nos dio por aceptar.

Y por fin, después de 27 horas más de tren, llegamos al ansiado Lago Baikal, un lago de 636 Km de largo y 60 de ancho, el más profundo del planeta con 1,6 km de profundidad máxima, con más agua que los cinco grandes lagos de Estados Unidos juntos, y en aumento, dado el movimiento de las placas tectónicas. El lugar elegido en el lago, un pueblo llamado Listvyanka, el más cercano a la ciudad donde nos dejó el tren, Irkutsk (600 mil habitantes), donde un par de días de relax, un poco de pescado ahumado (especialidad de la casa) y unas rutas de trekking por nuestra cuenta, nos dieron más de un susto y más de dos , pero se agradecieron más de lo que pensaba tras tanta ciudad a nuestras espaldas.

Respecto al Lago Baikal, la parte que nosotros estuvimos, la verdad me decepcionó un poco, ya que no es todo lo espectacular que uno se podía espera. Seguramente la elección de lugar no fue la más acertada, y deberíamos haber ido más al norte de la isla donde los parajes son más abruptos. Por recomendaciones de otros viajeros, os diría que para posibles visitas, podéis ir a la isla de Olkhon, tranquila pero con todas las posibilidades para hacer todo tipo de deportes al aire libre y acuáticos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Despertando en Siberia

Después de 3.565 Km, o sus equivalentes 54 horas en tren (lo que hace una media de 66 km por hora de media, para cuando el AVE!!!), nos encontramos camino de Tomsk, en el corazón de Siberia, eso sí, con 25 grados, en manga corta y sudando en un tren que por su concentración de asientos y literas recuerda más a un campo de concentración que a un medio de transporte.

Estos 3.565 Km han discurrido entre cuatro ciudades, y muchas horas de tren (6, 9, 14, 21, y sumando). La experiencia en el tren, pues a la carta, según la moral del viajero. Desde aceptar la oferta de los viajeros rusos para tomarte unos tragos de vodka acompañados de los típicos e internacionales tentempiés de tren (salchichón, conservas, …), tal como hicimos en nuestra primera noche de tren, practicando el ruso/español con ayuda de nuestra guía, donde el mayor fracaso fue la cita que les hicimos de una película de James Bond en ruso: “Desgraciadamente, sus planes para la dominación del mundo son erróneos”, y que no les hizo ninguna gracia, y como mayor éxito, cada vez que Juan Fran les decía que yo era gitano, se partían de risa, pero cuyos efectos sabidos de resaca nos han hecho no volver a probar. Como tener una estancia tranquila durmiendo, leyendo o escribiendo este blog, teniendo precaución de no hablar en español delante de rusos con caminar zig- zagueante, para evitar invitaciones de vodka (dándose unos pequeños toques con el dedo en el cuello) que no está bien visto rechazar.


En cuanto a las ciudades, el primer destino fue Nizhny Novgorod, una ciudad de aprox. 1,3 millones de habitantes, y de la que se dice, cómo de muchas otras, que es la tercera ciudad de Rusia. Su mayor atractivo, tanto el paseo que une las dos plazas principales de la ciudad, un recorrido donde la gente (principalmente chicas) van a pasear de plaza a plaza durante las horas de sol de la tarde, y que sentado en una cafetería te da la impresión de estar en un desfile de modelos (tipo de calle peatonal que por lo que vimos posteriormente comparte como muchas otras ciudades rusas), como el enclave de la misma, ya que se encuentra en el cruce de los ríos Ocka y Volga, y desde el Kremlin de la ciudad, las vistas son impresionantes.


Para completar la estancia, una excursión a Gorodet, pueblo según la guía con encanto y de artistas, pero cuyo encanto no conseguimos ver por ningún lado, y a la vuelta, cuando estábamos ya 14 personas (contadas sí) en una furgoneta preparados para salir, apareció una chica con su bulldog y se subió, esa sí que era una “artista”.

Y como colofon, cenamos en el puerto de la ciudad, en un sitio llamado Petkin, en el que por 11 euros por persona, probamos los pescados más típicos del rio Volga: perca, salmón, trucha,… la mejor comida hasta la fecha.

Desde Nyhny Novgorod, partimos a Kazan, la mayor sorpresa del viaje. Una ciudad de 1,2 millones de habitantes, donde cruzan el río Kazanka y el Volga, con avenidas amplias y espacios abiertos, multicultural (el 50% es de una etnia turca / musulmana, los tatares), y con un Kremlin coronando la ciudad que fue declarado en el año 2000 patrimonio de la humanidad.



Como anécdota, de vuelta al hotel dimos por casualidad con una fiesta Tatar, muy al estilo Griego (al menos en las películas), con la gente bailando, cogiéndose de la mano,… donde las invitaciones a bailar y la resistencia a aceptar una negativa, hicieron que optáramos por abandonar la fiesta por un local de rock de los 60 donde unos pasos de Moonwalker a lo Sulivan fueron todo un éxito.
De Kazan a Yekateringburgo (1,3 millones hab.), en los Urales, ciudad industrial de poco encanto pero mucha vida, y donde un centro financiero tipo “Manhattan” se encuentra en sus primeros pasos.

Aterrizamos en plena madrugada, pero tras haber dormido en el tren durante todo el día, decidimos salir a tomar una cerveza o similar, encontrándonos que era el día de celebración de la constitución de la ciudad en 1723, por lo que decidimos unirnos a la celebración sin dudarlo.

Como excursión fuimos a ver el Monasterio de los Santos Mártires, el lugar en que se dio muerte a la familia Romanov, los últimos zares rusos, y que como tantos otros monumentos rusos, ha sido reconstruido en este siglo y de escaso valor arquitectónico.

De vuelta al tren, camino de Novosibirsk (1,5 millones), como parada obligada (no recomendada por las guías) de una noche antes de continuar viaje hacia Tomsk. El alojamiento que elegimos de lo más curioso, en la segunda planta de la propia estación, la más grande de toda la ruta del transiberiano, donde al abrir la puerta de la habitación la primera visión que teníamos eran los paneles de información de los horarios.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Una vieja conocida, Moscú

La primera parada del viaje es una ciudad que ambos conocíamos de manera previa, Moscú. Tras pasar el test de la Gripe A en el avión, tomándonos la temperatura corporal en el oído (al menos curioso), nuestra visita turística se limitó a un paseo por el Kremlin para hacernos la clásica foto en la Plaza Roja. Durante estos dos das hemos aprovechado la estancia para planificar la ruta del transiberiano, que hasta la fecha no nos habíamos puesto con ello, y comprar una tarjeta prepago rusa para el mes que vamos a estar recorriendo Rusia, sobre todo para poder llamarnos entre nosotros. Las tarifas son muy asequibles, incluso para llamadas internacionales, y como anécdota contaros que las tarifas fuera de Moscú son tres veces más caras que en Moscú.

Nos hospedamos un hostal/albergue muy céntrico, Hostal Napoleón, que lo mejor que tiene es como adelanté la localización, ya que por lo demás es bastante cutre, el agua caliente la mitad de las veces no va, y únicamente cuenta con dos baños para todos los huéspedes.

El viernes noche tuvimos la primera alegría del viaje que no esperábamos, ya que cenamos con un viejo amigo del colegio mayor, mítico Nachino, que estaba de vacaciones con su novia por Rusia después de haber realizado una beca ICEX en Moscú. Si bien ellos después de la cena se tuvieron que ir ya que cogían el tren hacia San Petersburgo, Frank y yo continuamos la noche en un bar llamado Real McKoy, bastante recomendable por el ambiente.


El sábado estuvimos en un festival de música electrónica, una mezcla entre frikies rusos y perros flauta, que la verdad no mereció los ocho euros pagados por la entrada. En dos días hemos podido comprobar que nos tenemos que ajustar el gasto, o a los dos meses con el presupuesto límite que nos pusimos para el total del viaje, 15 mil euros, estamos de vuelta antes de llegar a Pekin.

El domingo por fin partimos hacia nuestro primer destino, Nizhny Novgorod, donde comienza el verdadero recorrido por la Rusia profunda, y como no podía ser menos, cogimos el tren casi en marcha (después de dormir apenas tres o cuatro horas), gracias a un “dimitri” taxista bastante apañado, con la azafata rusa bajándome la maleta del tren porque no encontraba el billete justo unos segundos antes de ponerse en marcha. Como veis en la foto, mi primera toma de contacto con el transiberiano, no fue todo lo glamurosa que podría esperarse.